Otro
año que dejamos atrás junto con sus alegrías y miserias. En general
mi 2016, un año que esperaba cerrar con resultados más positivos, ha dejado una sensación agridulce tras de si. Es cierto, ha sido una etapa reveladora, pero en otros aspectos ha sido un año duro, muy duro. Después de una sensata reflexión he
decidido reemplazar la amargura por todas las decepciones por
la esperanza porque, sí, este año he caído en la necesidad de
encontrar la felicidad en cosas que escapan a mi alcance, y no hablo en ningún caso de que por culpa del dinero no haya llegado. A veces es inevitable
sentirnos decepcionados al descubrir que no podemos alcanzar las
metas que nos proponemos a falta de habilidad o inteligencia. Todo un año me he sentido furiosa y dolida mientras era consciente de que no alcanzaría mis expectativas de ninguna forma, y que seguramente jamás lo consiga por mi carácter y mi salud. La realidad es que me he presentado a un
combate a espada sin haber empuñado ninguna en toda mi vida, y
sentirse mal con uno mismo por no saber utilizarla es cuanto menos
insensato y pueril. Y por eso, en vez de caer en la necedad y el abatimiento, he creído más
conveniente fijar en 2016 unas metas concretas, y potenciar mis habilidades
tanto como pueda, y si no llego al menos el camino me habrá enseñado algo. Y este párrafo es, seguramente, la expresión más sincera que he tenido conmigo
misma en todo 2016. Ahí lo dejo.
Literariamente no ha sido un mal año a pesar de leer una cifra considerablemente menor de novelas con respecto al pasado. La mayoría de textos los he escogido porque sabía me
gustarían incluso antes de leerlos por algún aspecto destacable y, obviamente, todo han resultado ser clásicos. Es lo que tiene la falta de recursos y
de tiempo, voy a lo seguro...o no termino leyendo nada.
En
el apartado de relatos debo decir que la cosa ha estado bastante
reñida, pero ganan por goleada las mujeres “realistas”.
En primer lugar destaco Indian
Country de
Dorothy M. Johnson un compendio de relatos del viejo Oeste editados
por la editorial Valdemar en su colección Frontera (el Hombre Negro
los bendiga por esa magnífica colección). Si queréis una opinión
más concreta de cada uno de ellos os dejo la reseña donde hablo en
detalle de cada uno. Sin embargo, y de forma más general, añado que
se tratan de unos relatos deliciosos tanto para los amantes del
western como
para aquellos lectores con más reticencias hacia éste. Es cierto
que las figuras literarias western
nunca
me habían dado buena espina ya que en mi familia siempre han estado
presentes los típicos folletines del oeste con historias de dudosa
calidad. Pero Valdemar apuesta solo por maestros y os aseguro que
todos los autores editados en esta colección son auténticos
entendidos del género y, la que más, Johnson. Por otra parte están
Reflejos en un
ojo dorado
& La balada
del café triste,
dos relatos escritos por Lula Carson McCullers, escritora sureña de
una calidad literaria que a mi criterio sobrepasa a Faulkner
ampliamente. El potencial de McCullers reside en sus personajes,
porque no solo son personas anónimas, sino también monstruos de
alma o bien físicos. Su atracción literaria por personas humildes
con alguna discapacidad mental o física y el tratamiento que da de
estas carencias dotan a todas sus piezas de un distintivo único,
porque todos los que la hemos leído (y disfrutado) coincidimos en
que Lula es única cuando nos habla sobre la miseria humana. Reseña Indian Country/ Reseña Reflejos/Reseña Balada.
Mientras que las mujeres predominan en el panorama breve en la
narrativa extensa ganan los hombres, y en esta ocasión no ha sido
muy difícil hacer mis elecciones.
↣El
Coleccionista, John Fowles.
Me lancé con esta novela con bastantes reticencias a causa de una
sinopsis no muy afortunada, ya que imaginaba que se trataría de un
pastiche que contendría una extraña mezcla entre la nefasta
Psicosis de Robert Bloch, que contó con una historia adaptada al cine más afortunada que la original, y poco de misterio de una novela
posterior denominada El silencio de los
corderos de Thomas Harris.
Por supuesto me equivoqué, de hecho considero que Fowles innova
muchos aspectos literarios con El Coleccionista(sobre todo en cuanto a la
estructura se refiere) y demuestra un dominio absoluto de ellos
gracias a la narración introspectiva de Frederick Clegg y de Miranda
Grey, protagonistas de una novela que fundamentalmente calificaría
de terror psicológico. Es cierto que más allá de la disección y
preparación de las mariposas que busqué por mi cuenta motivada por
el entusiasmo que ponía en Frederick en su afición no aprendí
muchas cosas con la novela, y es raro en mi calificar una novela tan
positivamente cuando tiene carencias en este aspecto. El motivo del
gran cariño que siento por la novela se debe en su totalidad a su protagonista
masculino, Frederick Clegg. Como personaje, e intentando ser
objetiva, considero que está muy bien construido porque Fowles
esboza y construye a un secuestrador pero no sin antes hablar de su
infancia, de los padres de Fred, incluso de como empezó su afición
hacia las mariposas y el trabajo de mierda donde le acosan
constantemente por ser una persona tranquila y sin aspiraciones
vitales muy grandes. Sonará un poco ético lo que voy a decir pero
leyendo esta novela me di cuenta de que en la mayoría de casos, ya
sea en la ficción o en la realidad, cuando sale un psicópata a la
luz automáticamente juzgamos sus acciones miserables sin pararnos a
observar todos pasos que ha dado hasta cometer dichas acciones. Yo no
digo que tengamos que apiadarnos ni disculpar todo acto de
delincuencia pero lo que no podemos hacer es comportarnos como
puritanos aterrorizados, porque eso es justamente lo que esperan que hagamos. El
Coleccionista logró que me
planteara hasta qué punto podía comprender y entender
el secuestro que comete Frederick para salvarse a si mismo y
procurarse un poco de felicidad. En un mundo que desea
monstruos no puedes esperar que algunos de ellos no se rindan y dejen de
nadar a contracorriente. Y para aquel que disienta en mis juicios
concluyo diciendo que día de hoy Frederick Clegg sigue pareciéndome
uno de los mejores hombres de la literatura, y por supuesto más que
digno de todo mi amor y respeto. Ah, ¡y recomiendo que tras leer la
novela veáis la adaptación cinematográfica!
↣El
Maestro y Margarita, Mijaíl Bulgákov [Videoreseña]. No sé si
mis sentimientos por esta novela se pueden expresar con palabras
precisas, pero debo intentarlo por el autor de estas. La novela
superó con crecer las expectativas que llevaba cuando me lancé a su
lectura por segunda vez tras un primer intento fallido. Por mucho que
imaginemos qué encontraremos nunca es estamos completamente seguros,
y ya me he cerciorado de que Bulgákov siempre sorprende. Y El
Maestro y Margarita es, además, la novela con la que más me he
reído en toda mi vida gracias a esa incertidumbre, ya que Mijaíl
sabe jugar con el humor negro como un auténtico maestro y dejé que
su visión endiablada del mundo me llenara. El final, tan onírico y
adecuado, me dejó una sensación de bienestar y paz mental que solo
puedo comparar a la que experimente cuando vi por primera vez la
pequeña Nueva Inglaterra española, Asturias. Como con el caso anterior,
tampoco aprendí mucho con El Maestro y Margarita, pero
durante los días que leí la novela y posteriores fui inmensamente
feliz gracias a todos los sentimientos que el autor había despertado
dentro de mi y que necesitaba tanto en esa época de mi vida. Sobre
todo me quedo con la sensación que en algunos pasajes vislumbre el alma de
Bulgákov, y sin darme cuenta también perdí un poco de la mía en
la Rusia de 1930.
↣The
Moon Pool, Abraham G. Merritt [Reseña]. ¿En serio alguien
esperaba que este hombre no apareciera en la última entrada del año?
Sé que los que me leéis usualmente por tuiter estaréis un poco
cansados de mis continuas menciones a la obra de Merritt pero él es
una de las pocas alegrías que me ha dado la segunda mitad del 2016
y para mi es justo y necesario hablar de él. Como autor me ha
aportado mucho más que los anteriormente mentados a nivel personal.
A nivel literario sus historias contienen pasajes tan originales con descripciones minuciosas y una prosa en ocasiones
lírica y evocadora, que constituyen más de lo que alguna vez pedí al género. Además Abraham
Merritt sabe construir grandes personajes, aunque se resista en dejar
atrás los arquetipos del pulp por alguna razón que siempre
desconoceré. Recomiendo encarecidamente que leáis The Moon Pool,
pero cuando lo hagáis, ya sea en inglés o en español, hacedlo con
la mente abierta, porque ya os digo que entonces encontraréis una
historia entretenida, emocionante y muy educativa que se
convertirá en una de vuestras weird-essencials.
En 2016 me he animado a leer más no-ficción motivada también por
la necesidad de sumergirme en textos de índole más «sesuda». Sin
duda es la vertiente de la literatura que más pendiente tengo en la
vida, y es que con el tiempo me gustaría darle más
prioridad a la filosofía, ensayos y testimonios que a la narrativa.
Me cuesta mucho tener una constancia con la no-ficción y tardo mucho
más tiempo en leer este tipo de textos, aun así creo que estos son
los primeros pasos de una temprana evolución del pensamiento, y si
no es eso al menos siento que ciertas partes de mi cerebro aumentan, y con
ello, mi capacidad de comprender conceptos complejos referidos a la
vida, el universo, el amor, la tristeza o la muerte.
↣Voces de Chernóbil, Svetlana
Alexievich. La «novela
a voces» por excelencia que nos
habla sobre el
accidente nuclear sucedido en la ciudad de Pripyat a finales de los
ochenta y que de una forma u otra terminó convulsionando nuestro
mundo. Sentí especial atracción por este hecho desde que, cuando
tenía catorce años, nuestra profesora de física y química nos
puso un documental sobre la masacre de Chernóbil. Creo que fue
después de ver ese documental fue cuando empecé a perder gradualmente
la fe en la humanidad y este año, tras leer los testimonios de
aquellas personas que vivieron un suceso tan doloroso, reviví esas
experiencias y me causaron muchísimo dolor pero también fue necesario. Lo quiero decir es que el ser humano solo puede
aceptar de buenas formas una verdad que lo va transformar cuando es
pequeño, y no en todos los casos. Cuando eres adulto aceptar una
verdad de ese tipo duele, te abre el vientre, te vacía... Así me
sentía yo mientras leía Voces de Chernóbil.
Cuando me sumergía en estos testimonios creía que una parte de mi
inocencia y esperanza en la vida misma moría, pero también
experimenté como una coraza más dura se adhería a aquella frágil
e inestable que había sido construida durante la adolescencia o los
años de castigo. Y al final supe que había aceptado consciente la existencia de ciertos
tipos de dolor con los que estas personas, casi anónimas, tienen que
lidiar diariamente por el accidente. Aprendí con Svetlana y los
narradores a aceptar la pérdida y, en ocasiones, a amarla; así
comprendí que por fin estaba capacitada para afrontar partes de mi misma en las que había evitado pensar, y a amar por primera vez a un ser
humano por encima de todo como medio para aceptarme a mi misma al final de mi
existencia.
Voces de Chernóbil no es una lectura fácil en ningún
sentido, pero vemos la cara más sincera del ser humano y siempre es
necesario tener en cuenta este aspecto en cualquier punto señalado
en el río del tiempo.
↣Hacedor de Estrellas, William
O. Stapledon. Si tuviera que resumir el contenido de este ensayo
novelado diría que es un viaje por la historia humana a través de civilizaciones alienígenas ficticias de nuestra galaxia. No obstante he
obviado toda la pasión implícita en semejante excursión, que, sin
embargo, a los lectores modernos tal vez les parecerá insustancial. Me gustaría preguntarle a Stapledon por qué el
protagonista le habla con tanta dulzura y cariño a su mujer al
principio y al final de la historia; por qué, William, ese hombre
que es esencialmente tú no ha sido capaz de enloquecer viendo la
vastedad del universo, y sobre todo, William, oh, queridísimo
William, cómo ha conseguido no volverse una bestia egoísta y seguir
amando a su familia tras observar el abismo del fin y al mismísimo
Hacedor de Estrellas. No voy a recomendar este ensayo a cualquiera incluso a los más experimentados en el género fantástico, siento que
nadie en este mundo podrá comprender el firme lazo, tan maravilloso
y tan íntimo, que he trazado con él y el autor y que me incapacita tener una opinión objetiva. Aquí está todo lo que
pienso, todo lo que he imaginado relacionado con el universo, los
alienígenas y las estrellas; aquí, en este ensayo, está mi Dios. Espero traeros al blog un análisis a la altura pronto.
Nos vemos,
Feliz Año Nuevo.
Hola darling :) Ya te dije alguna vez que El maestro y margarita es un libro que le tengo bastantes ganas por tu reseña y algunas más que he visto, gracias por recordarmelo. Me apunto ese El coleccionista, has cautivado mi perspicaz y extraña curiosidad lectora. Un abrazo^^
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