De
todos los escritores de novela científica que me impuse este año, Jules Verne era seguramente el que más
ansiaba leer por ser el único que no había tenido la ocasión
probar aún. Podría deciros que había puesto grandes expectativas en el autor francés, pero os aseguro que estaría mintiendo.
De las novelas que seleccioné esperaba historias sin ningún tipo de
pretensión literaria más allá de entretener; en resumidas cuentas imaginaba que serían narraciones donde una sencilla comunión entre la
ciencia y la literatura daría como resultado una serie de historias imbuidas por una humilde
pasión hacia los temas abordados, cimentada en una
cristalina finalidad de hacer llegar la
ciencia de una manera diferente hasta la fecha a los lectores menos avezados.
Recordemos
que durante el siglo XIX adquirir conocimientos sobre diversos
campos científicos no estaba al alcance de cualquiera, ni siquiera
de la gente que tenía amplios fondos monetarios. Esta especie de
“secularización”
de la ciencia cerca de finales del siglo XIX brindó el derecho y la
oportunidad a las gentes más humildes, entre los que había muchos
autodidactas entusiastas, a adquirir amplios conocimientos sobre diferentes temas científicos gracias a insignes divulgadores como Camille Flammarion
(Popular
Astronomy;1880)
o las maravillosas y olvidadas, además de anteriores a Flammarion,
Jane Marcet (Conversartions
of Chemistry) o Mary
Somerville (The
Mechanisms of the Heavens),
entre
otros y, por supuesto, otras.
No
puedo quitarle el merito a Verne de acercar la ciencia a los jóvenes
y no tan jóvenes mediante un abanico de aventuras desternillantes
durante gran parte del segundo cincuenteno, pero puedo decir sin temor a
equivocarme que Verne ha quedado a mi juicio profundamente
desfasado. Es un escritor que no recomendaría leer, excepto a aquel que
quiera revisitar sus lecturas de la infancia, y menos aún a una
persona que esté empezando con lecturas de índole más compleja.
Si
me conocéis un poco sabréis que para que yo emita tales juicios
sobre un clásico tan afamado como lo es Verne debo de haber perdido
bastante la paciencia. Aunque no lo parezca me disgusta estar
enfadada, y más cuando leo. Prefiero disfrutar y obsesionarme con
una novela y su autor o autora que vilipendiar al pobre diablo. ¿A
caso la literatura no es una herramienta que empleamos para
liberarnos de los demonios y miserables que la realidad nos vomita encima cada día? La literatura no va a convertirse para en otro demonio con el
que deba cargar hasta el Calvario, por eso ejerzo mi voluntad y
plasmo mi criterio y opiniones respecto ella y sus autores como quiero, pero ante todo con criterio.
Sabéis que casi siempre defiendo a los clásicos, ellos me
han dado todo en lo que me he convertido, y siempre romperé una
lanza por aquellos que han rozado o alcanzado la universalidad, pero
hoy no voy a defender a Julio Verne. Con dos novelas leídas de él he podido cerciorarme ampliamente de que ni siquiera tenía en mente
atrapar un poco de esa universalidad, y a mi juicio eso lo convierte
en un mal autor. Hubieron cientos de mujeres y hombres en la época
de Verne que atraparon la universalidad, ¿por qué a algunos de
ellos les hemos dejado morir mientras que a él no? Es un enigma, pero la
humanidad ya tiene preparada una respuesta con la que silenciarme.
Así
que dejemos los preliminares y pasemos a comentar Viaje
al centro de la Tierra y
La vuelta al mundo en ochenta días.
La
narración de Viaje
al centro de la Tierra
se inicia desde Hamburgo, donde el profesor Lindenbrock ha
descubierto un extraño en cuarto cuya autoría es de un irlandés llamado Turleson. Convenientemente se desliza un papel fuera del libro con unos
extraños símbolos caligráficos relacionados con el núcleo
terrestre. Y el profesor, un hombre que de ninguna manera podríamos
calificar de científico materialista, se lanza a la aventura
llevando con él a su sobrino hacia Islandia, donde supuestamente se
halla una de esas entradas directas al núcleo terrestre.
Hay
tantas cosas mal en esta historia que no sé ni por donde cogerla
para ir desmenuzando poco a poco todos los aspectos que me han molestado. La novela, efectivamente escrita en 1864, más que un viaje al
centro de la Tierra es el descenso hacia la inanición y el sopor
eterno. Desde el principio estamos ante una trama bastante
inverosímil, que aumenta a cada segundo, haciendo que el lector se
salgacon más frecuencia de lo esperado de la narración. Las razones que llevan a estos
dos personajes principales acompañados de un guía mudo
al centro de la tierra son de risa, pero eso todavía es pasable si
consideramos la novela un pastiche de la época no muy elaborado. El
problema es cuando, aparte de que son razones pobres, tenemos a unos
personajes más falsos que los decorados de la serie original de Star
Trek. Y si eso ya era digno de duros vilipendios teniendo en cuenta dónde situan a Verne en la literatura de anticipación, le sumamos un narrador que
dificulta aún más la labor de empatía. Axel lo único interesante que aporta a
la trama es recordarnos una y otra vez de manera pueril la necesidad
de estar en Hamburgo con su prometida, sacando al lector de una ambientación solidamente construida, que es lo mejor de la novela. Los convenientes y para
nada
forzados cambios de carácter de Axel me despertaron más de una vez alguna que otra risa
sardónica con la que he intentado aplacar como bien he podido esta
irremediable necesidad de ponerme a llorar ante semejante producto
con penosas aspiraciones literarias de ser una novela. El otro protagonista, el profesor Linderbrock, más que científico parece un señor en plena crisis de
los cincuenta, el nivel de estrés que provoca al lector es inaudito y, como no, es de cartón-pluma como su sobrino "El Quejón". También hay otro personaje, el guía, que les salva la vida de estos mentecatos en
diversas ocasiones, y que irónicamente resulta el más interesante de
todos. Sin embargo, es en Hans en donde Verne deja entrever su snobismo,
e incluso podríamos hablar de palabras mayores, es decir, racismo.
A
mi si los personajes quedan planos o no están adecuadamente construidos, o peor aún, se califican a si mismos de buenos o malos, aunque
entre en conflicto con mi pensamiento, puedo acomodarme a las
exigencias del autor ya que ante todo es su historia. Eso sí, yo siempre tendré el derecho a decidir a qué doy más relevancia a la
hora de comentar. Por eso si Viaje
al centro de la Tierra no
me ha gustado no ha sido por estos personajes condenados al olvido en unas pocas semanas, sino porque la historia en si es mala de verdad.
Pensaréis
que he desatado mi visión materialista influida por las visitas oníricas de Lobo Larsen, y
que le he sacado el rizo al rizo, pero es que yo no le estoy pidiendo
a Jules Verne ni tan siquiera un producto que se ajuste a los
parámetros racionalistas de su época. Y sino vamos a comparar
Viaje al centro de la Tierra
con la novela pulp The
Moon Pool de Abraham Merritt,
ya que ambas están sentadas sobre el mismo argumento. La diferencia entre que The
Moon Pool sea
un producto óptimo y esta novela no recae en el hecho de que Merritt
despierta el sense
of wonder,
mientras que Verne se lo pasa por la tela del globo aerostático. Y
me diréis que es porque en 1864 y tales cosas ni siquiera se habían
buscado, pero os recuerdo que Mary Shelley ya lo había logrado en
repetidas ocasiones, y de manera certera por cierto. El sense
of wonder
para mi no depende de aquello que intentes colar como creíble, lo que a mi me resulta crucial es la manera en la que el autor despliega sensaciones, fenómenos y sentimientos en un
nivel ascendente de complejidad en torno a un elemento ficticio, el cual un buen escritor debe transformar en una serendipia
maravillosa para el lector en el menor número de escenas posible. Mary Shelley lo logró, Edgar Allan Poe lo logró, H. G. Wells lo logró... Nadie con un mínimo de cultura a la edad madura puede creer que la
tierra esté hueca ni en 1864, ni en 1917 y mucho menos en 2017,
¿cómo Merritt puede conseguir que me lo crea y Verne no? Pues
básicamente porque Merritt quería contar una historia utilizando el sense of wonder sin saberlo, y Verne, imagino, solo
quiso narrar una sucesión de escenas con una base pseudocientífica. En Merritt hay universalidad en los sentimientos que expresan sus
personajes frente a conflictos diversos, en Verne ni siquiera
perdura un ligero entusiasmo por ese primer paso de soñar con lo
imposible.
Estas duras afirmaciones no las hubiese emitido leyendo solo una novela de
él, ya que podría haber sido un ejercicio desafortunado, por lo que entonces fui a por una segunda novela, aquella de Verne que todos aseguran que gusta, incluso a los menos
entusiastas del autor. Además, como La vuelta al mundo en ochenta días está narrada en
tercera persona y no tenemos a un paleto rompiendo atmósferas me predispuso positivamente a leerla.
Pues
bien, planté lectura en poco más de la mitad porque no soportaba ni un
minuto más la narración del caballero. La diferencia entre Viaje
al centro de la Tierra
y La
vuelta al mundo en ochenta días es
que en esta última no hay carácter científico, la aventura
es la que domina la narración, y no sé deciros que es peor.
Ilusa de mi pensé que al ser así los personajes estarían mejor
confeccionados y que la línea narrativa sería más interesante.
¿Qué autor en su sano juicio crea un personaje plano a propósito?
Pues Jules Verne. ¿Cómo un personaje puede ser artificial?
Pues no lo sé, no me había topado con un personaje tan malo desde
que abandoné cierto tipo de literatura juvenil, y sólo con recordar a
Phileas Fogg desayunando se me pone el vello como
escarpias.
Creo
que ni siquiera hace falta mencionar de que va la historia a estar
alturas del cotarro dado que el título resume muy bien este ejercicio de
escritura, y además la historia está muy enraizada en la cultura. Eso sí, aventuras las que te diga el tío del globo
aerostático. Podemos resumir la novela en un viaje alrededor del
mundo en el que cuando sucede algo supuestamente interesante lo único
que quieres es leer en diagonal a ver si así acabas de una vez por
todas la novela. Una pésima novela de aventuras con personajes
acordes a un ejercicio tan inmemorial como este.
Y como
sé que no mucha gente va a estar de acuerdo con mi opinión sobre
estas novelas del autor recuerdo que esta es sólo mi opinión. Creo que al señor
Verne no le he faltado al respeto, tan solo he expuesto lo que creo y lo que
he sentido en base a lo que he leído. He leído dos novelas que no
puedo considerar más que fallidos intentos de escribir sobre
aventuras en espacios no hollados por la literatura por aquellos tiempos. Vuelvo a repetir que aprecio y le doy las
gracias a Jules Verne por a allanar un poco más el camino a los jóvenes victorianos para descubrir la ciencia y amarla, pero ahora,
señor Verne, es hora de retirarse de la vanguardia. Leeré 20.000
leguas de viaje submarino
cuando olvide un poco el amargo sabor de estas novelas...y será la última
vez que tenga contacto alguno con el autor.
Oh, lamento que tu experiencia con Verne no hay sido placentera, eso sí, entiendo perfectamente tus razones. Creo que a una parte subconsciente de mí, le preocupa que le pase lo que a ti y es por eso que no he vuelto a leer novelas suyas desde que las leí a los 12-15 años, a excepción de El castillo de los Cárpatos que leí hace dos años y me gustó pero también me pareció diferente a otras novelas suyas, sentí que ésta, emás que en la aventura se centró en las personas y sus superticiones. Espero releer algún día mi favorito de él, La isla misteriosa aunque con miedo que no vaya a gustarme igual.
ResponderEliminarMe gustó leer tu opinión pues como siempre justificas bien tus razones y es bueno leer opiniones diferentes a las propias. Sí te pasa el mal gusto (espero que sí) y lees 20.000 leguas, espero que la experiencia sea mejor.
Un beso.
Antes que nada, gracias por comentar esta entrada, Mercy <3. Como puede apreciarse no muchas personas han apoyado mi opinión sobre Verne, y lo entiendo en realidad. Es un autor indispensable para la infancia de muchos, pero las cosas como son: es un mal autor, y no se merece el puesto que tiene en la literatura. Otros autores de su época con más fuerza narrativa han sido condenados a un segundo plano, especialmente MUJERES, y es injusto...a pesar de que no crea en ese concepto y la molestia ligada a las injusticias. Tan sólo intento ser objetiva, nada más.
EliminarSiendo más cercana a ti que a otros comentaristas, y espero que no te importe que me tome tales licencias, te recomiendo que no le vuelvas a leer...al menos si esperas ciertas cosas. Conozco tus últimas lecturas, y sé que especialmente en lo relativo a las emociones y carácter de los personajes vas a notar una falta de sensibilidad y de profundidad terrible. Vamos, es que no sé cómo leches se pueden hacer unos personajes tan planos.
Seguramente lea también De la Tierra a la Luna/Alrededor de la Luna, quiero comprar estas obras de Verne con la de Wells, me refiero Los primeros hombres en la Luna; igualmente ya sé cuál será mejor... Wells no muere, Verne ya lo ha hecho hace tiempo.
Un beso <3.
Pues que mal que no acepten tu opinión, que sea contraria no significa que sea menos válida. Es más, creo que se agradece que hagas una opinión tan sincera y fundamentada como la tuya.
EliminarY no me molesta en absoluto que te tomes esas licencias, me parece que seguiré tu consejo y no sin dolor le diré adiós a un autor que formó parte de mi vida lectora, prefiero quedarme con el buen recuerdo de los libros que leí de él a odiarlo, como puede que pase si lo leo de nuevo.
Fíjate que, de hecho estuve pensando en sus historias estos días y, aunque recuerdo bien que me gustaron, fue hace tanto tiempo que apenas recuerdo nada. No siento que, aparte del hecho de entretenerme, me hayan dejado algo. Es como el comentario que dejaste en mi blog sobre el libro Las chicas y es por ello que seguiré tu consejo.
En cambio, hace también rato que leí La guerra de los mundos de Wells y me parece que será una historia que seguiré recordando.
También quiero comentarte porqué pienso que Verne aún sigue vivo a pesar de sus historias y personajes planos y por la razón que creo es querido y además, junto con Wells, considerado el padre de la cifi (y sí, sé que ahora ya no son considerados dentro del género sus libros porque todos esos inventos ya existen) pero a mí parecer, sigue siendo querido por haber sido un visionario en cuanto a todos esos aparatos que aparecían en sus historias antes de ser inventados.
Y dejo esto acá porque no quiero aburrirte xDDD
Besitos.