El otro día hablaba
con Núria por tuiter sobre Irlanda
y de los hombres que pueblan sus tierras, que no son para nada fetiches andantes,
cuando la conversación tomo cierto derrotero que nos llevó directamente
Providence, y por ende, a Nueva Inglaterra y los señores con bigote. Núria me
propuso hacer una entrada sobre autores de Nueva Inglaterra, sin nombrar al Señor de los Gatos... y a mí sí me
proponen estos retos no me voy a resistir mucho, la verdad. ¡Si es que me falta
tiempo!
Pero
entonces pensé que los autores que siempre nombro son hombres. No es extraño
oírme fangirlear hablar de la prosa de Hawthorne, Thoreau o Lovecraft,
pero casi nunca hablo de ellas, de las mujeres de Nueva Inglaterra. Y os aseguro
que sus creaciones no tienen nada que envidiar a las de los tres anteriormente citados.
Han revolucionado pensamientos y cambiado mentalidades férreamente retrogradas.
¡Cómo no voy a darles la visibilidad que se merecen! Algún día hablaré de ellos, pero por esta vez se van a quedar en la sombra.
Charlotte y su primo Houghton |
Charlotte Perkins Gilman (CT;1860-1935). Empiezo por una
de mis favoritas. Ya os hablé de ella en mi entrada sobre La falsa feminista pero vuelvo a nombrarla porque
es una personalidad. Para empezar si por algo se distingue Charlotte del resto
de autoras de las que voy a hablar es que me gusta más los ideales que
promulgó a lo largo de su vida que su obra en sí. Mujer de clase media-baja, su
madre apenas la miraba y desde pequeña tuvo que lidiar con una gran falta de
cariño. Estudió en la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island y más tarde
se casó con un hombre que no amaba prometiendo «no tocar un pincel o una pluma jamás».
Charlotte ya tenía ideas pro-feministas pero una depresión postparto (descrita con bastante cercanía en El papel pintado de amarillo) fue la
decisiva. Abandonó a su marido en una época donde el divorcio todavía era algo
impensable, se fue a Bristol (Rhode Island) y, tiempo después, siendo ya una
feminista y socióloga formada y reconocida, se enamoró de su primo y estuvo felizmente
casada con él. Charlotte Perkins Gilman fue, lo que viene siendo para mí, una
mujer con dos ovarios toda su vida. Desafió a una sociedad repleta de
convencionalismos y pedantería, una mujer, que apenas era considerada "por el pueblo" una artista, logró a través del autodidactatismo convertirse en una socióloga más cualificada que
cualquier niño de papá de Havard.
Ahora bien,
como he dicho, literariamente no destaca tanto como otras que voy a mencionar
más adelante. Charlotte y el horror no se llevaban bien. De hecho, el único
relato de horror fue El papel pintado de
amarillo y no hizo
incursión alguna en el género posteriormente. Por el
contrario sus escritos feministas son un gozo. Cercanos y completos. Los
recomiendo a todo aquel que quiera iniciarse en los albores del movimiento.
Emily Dickinson (MA;1833-1886). Con ella no me voy
a alargar mucho porque la mayoría conoceréis su obra y excentricidades. Poetisa
apreciada en todo el mundo, es considerada una de las autoras «fundacionales»
de Norteamérica a la vanguardia con Emerson, Poe, ect. Cada vez que me la
imagino hablando a gritos desde la otra habitación con el visitante de turno,
qué queréis que os diga: la primera sassy
queen reconocida
por Omaira Galeano. Destaco el tomo integral de su obra recopilada en castellano
que tuve la suerte de echarle un ojo en la biblioteca. En el futuro espero
poderme explayar más sobre la señorita Emily.
Harriet
Beecher Stowe (CT; 1811-1896). Tal vez no conozcáis a esta mujer pero es una de
las abolicionistas más reconocidas en Norteamérica. Como Charlotte Perkins
Gilman (Harriet influyó en el pensamiento feminista de Charlotte, incluso estaban
lejanamente emparentadas) también tuvo una infancia de armas tomar. La madre de
Beecher murió cuando ella tenía cuatro años y la madrastra no era trigo limpio. Por decirlo de alguna manera fina. Se casó con un ministro viudo jovecita, apartándose de
las creencias religiosas calvinistas de su familia. Bastante prolífica, su novela
más destacada fue La cabaña del tío Tom, obra magna
con el primer protagonista negro relevante de la historia. Dicha obra también tuvo un fin
propagandístico que avivó los ideales que promulgaba la Unión en la Guerra de
Secesión. La pequeña (gran)
mujer que provocó una guerra, según Lincoln.
Mary Wilkins
Freeman (MA; 1852-1930). Posiblemente de la que menos se sabe de de todas las
mentadas en esta entrada. Lo que sí se conoce es que tuvo una infancia difícil,
que llegó a ser secretaria y que sus relatos, ubicados todos en Nueva
Inglaterra, son un fiel reflejo de esta sociedad de finales del siglo XIX. Los
relatos están más enfocados hacia punto de vista provinciano que urbano. Y como
con Sarah Orne Jewett, con Mary se palpa cierto malestar e inconformismo por la
situación en la que vive, una mezcla de melancolía y odio hacia la inercia de
la vida. Tras rigurosas observaciones de los relatos de Mary he sentido que
dichos sentimientos dotan a sus breves historias, en apariencia sencillas, de
una belleza única, difícil de apreciar con una primera lectura, pero que sin
lugar a dudas se establecen en el corazón para siempre con la resaca de las palabras.
Luella Miller es una narración breve gótica/terror
que recomiendo a cualquier neófito del género. Adelanto que la autora reelabora el mito
del vampiro de forma original utilizando una prosa, como ya he dicho antes,
sencilla y fresca.
Sarah Orne
Jewett (ME; 1949-1909). ¡Qué sería esta entrada sin su divina presencia! Sin ella jamás hubiera descubierto la naturaleza que me rodea, ni hubiese puesto
interés en la vegetación y fauna de Nueva Inglaterra. Los Jewett fueron una familia bastante respetada en las regiones de
Maine, por lo que Sarah era autóctona de allí. Comenzó a publicar en los años setenta (del siglo XIX) en la revista Atlantic Montly. Pronto su prosa se vio muy bien recibida por la crítica y lectores. Cuando su amigo más cercano murió decidió
quedarse juntarse a la mujer de este, y ambas viajaron por toda Europa y Norteamérica
hasta que la vejez se interpuso entre ellas y el horizonte. Aunque no se ha
esclarecido se piensa que mantuvo una relación amorosa con la viuda de su
mejor amigo hasta el día de su muerte. Recomiendo muchísimo los relatos La garza blanca y La gemela de la Reina, por su delicadeza y su gran conocimiento de la
naturaleza. ¡Aún tengo pendiente La
tierra de los árboles puntiagudos!
Sylvia Plath
(MA; 1932-1963). Siendo sincera, tuve que comprobar la información varias veces
porque no me lo creía. Aunque vivió bastantes años de su vida en Inglaterra,
muchos de los sucesos destacados de la vida de Slyvia (como su primer intento
de suicidio) tuvieron lugar en esta tierra. De hecho, parte de la acción de La campana de cristal tiene en Nueva Inglaterra. Y Poco
más que decir. Tal vez me resulta algo violento que lo que atraiga a los
lectores a leer su obra sea el morbo su injusto final y no su obra en sí. Personalmente
disfruté mucho La campana de
cristal; aunque no
se trate de una de mis novelas favoritas es un buen clásico postmoderno. Junto
con algún poema suelto de ella que he leído puedo decir que es una excelente
autora. Y por favor, no veáis la película. Gracias.
Grace
Metalious (NH; 1926-1964). Nacida en una población
rural sobreviviendo en la más absoluta pobreza y en una familia desestructurada, Metalious es una de las voces más
influyentes de la literatura femenina, aunque algunos se hayan empeñado en
quitarle el protagonismo que merece. Como Grace estaba hasta las narices de que
sus recuerdos de la infancia la atormentasen, empezó a escribir sobre ellos, rajó
de ciertas criaturas de su niñez sin pelos en la lengua, convirtiéndolos en
personajes de su primera novela. Así tuvo listo el borrador de Peyton Place unos años después. Algunas
personas aseguran que los movimientos feministas de los sesenta surgieron a
raíz de la publicación libro, y yo digo que sí, que la llamita la avivó Grace. Allison,
una de las protagonistas de esta novela coral, es una niña ciertamente…atormentada.
Se palpa trasunto literario de la autora. Con la estupenda mamá que tiene, la ausencia de
un padre y su visión excesivamente madura del mundo a una edad inapropiada (y
posteriormente su desencanto por la vida al nivel Bovary) tenemos una protagonista que aunque
desaprovechada en ocasiones, se hace sentir. Además Peyton Place trata los abusos sexuales a
menores ampliamente, el poder que una madre tiene sobre su hijo a través de un
chaval del pueblo llamado Norman (uy, Bloch! No se te ha visto el plumero…), la
hipocresía de los caciques de la ciudad, la educación, el aborto, la depresión,
lo que es moral y lo que no… En fin, diversos temas que aunque podrían haber
estado más desarrollados, suficiente con que fueron expuestos sin amalgamientos
sentimentaloides. Recuerdo que también este libro fue censurado en algunos
sitios. Las chiquillas de mi edad lo leían a escondidas, a lo Drácula en la época victoriana; como veis el mundo
no ha cambiado una pizca.
¡HOOOOOOOOOOLA! *_________________________* ¿Pero cuándo vas a dejar de sorprendernos? Eh!!! :) Me ha encantando tu entrada, en serio!!!!!!!! *__* Perdón por las "infinitas" exclamaciones XDD
ResponderEliminarEscribes muy bien, Omaira. *Diana repitiendo la misma frase en cada entrada* Pero es que necesito decirtelo constantemente para que, de alguna forma, llegues a creerlo —aunque sea un poquito—. Ya estaré yo para recordártelo, no te preocupes. XDD Pero es que estas cosas se notan, jo.
En fin, ¡que me ha fascinado tu entrada! Lo leí con muchísimo interés. Y espero descubrir a estas autoras en algún momento de mi vida. T__T Un besito :*
Hola darling :) Impresionante, realmente impresionante (y a la vez quizás preocupante) entrar y solo conocer una. Me repito como Diana creo, aunque la entrada no creo que sea de mi estilo lector, escribes tan bien que me meto dentro del artículo y me termino sorprendiendo por que se termina. Conocía de oídas o me sonaba algo de Emily Dickinson, pero del resto la verdad que ni idea. Un besin^^
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