domingo, 24 de septiembre de 2017

La hija del espantapájaros









Hace tiempo que tenía el ojo echado a esta novela infantil gracias a Xanetia, una mujer increíble que tiene un canal en Youtube que recomiendo bastante visitar si os gusta la literatura juvenil. Pues bien, a finales de agosto me apetecía una lectura más amable y recordé que Xane había recomendado esta novela el año pasado en uno de sus vídeos. Y no puedo estar más de acuerdo con ella respecto a la opinión que guarda sobre este libro de su infancia. Es una novela tan fascinante que lo único que deseas después de terminarla es releerla, una y otra vez, y descubrir CÓMO María Gripe nos regaló una historia tan bonita dentro de un contexto digno de un extenso análisis.
Y es que la escritora sueca tiene una producción literaria que invita a la lectura sin a penas saber de qué va una historia, y tengo la sensación de que tras una historia tan fascinante se esconde una mente aún más. En el caso de La hija del espantapájaros es cierto que iba bastante informada sobre qué podía encontrar, pero eso no evitó que la historia superara con creces mis expectativas.
Gripe nos plantea un peculiar conflicto que recuerda a un cuento de hadas bajo el influjo del mundo actual. Una madre marcha a Estados Unidos en busca de fortuna, o al menos mejorar el estatus económico de su familia. Al mismo tiempo que toma una actitud emprendedora también toma una decisión bastante nefasta: deja a sus tres hijos en Suecia a cargo de la mayor de estos, una niña que a penas tiene doce años. Esa cría desquiciante, terca y orgullosa se llama Loella, y es bastante difícil no enamorarse de ella y su infantilidad. En muchas novelas he encontrado crío más maduros que yo, y hasta cierto punto se puede justificar. Una mirada completamente adulta es imposible en un niño de doce años. Loella es muy madura para su edad, claro, ¿cómo no serlo cuando pasas hambre y frío en un entorno lejos de los seres humanos? Es difícil no madurar bajo experiencias así. Pero Loella tiene la reacciones normales de una niña de doce años, y eso me encanta. Además, intenta solucionar los problemas como una niña de doce años mediante esa inocencia incorrupta que la vida aún no nos ha arrebatado, y eso es hermoso, porque Gripe tal vez nos muestra sin pretenderlo en qué nos hemos convertido los adultos. ¿En qué nos hemos convertido, Dios mío?
Hay escenarios dignos de la mejor novela gótica moderna. Loella subida al tejado, imponente, descrita como un cuervo misterioso bajo el cielo invernal; Loella esperando a su padre en el puerto la noche de Walpurguis envuelta en la niebla. Y desde luego más detalles por los que considero La hija del espantapájaros una novela gótica. Personajes extraños, como el ermitaño que vive un poco más lejos que Loella. ¡Y la mismísima Loella, por favor! Ah, y no olvidemos la relación afectiva que Loella establece con un espantapájaros, porque aquí se toca de refilón tema sobrenatural. Que la historia fuera escrita por una persona que pertenecía a un país sin una tradición de novela gótica como tal no quiere decir absolutamente nada para mi.
Entre los aspectos más curiosos de la novela está la relación que tiene la hija con los padres. En bastantes ocasiones me sentí identificada con lo que la cría pensaba, porque era lo mismo que a veces me sugería mi imaginación a su edad. Me gustaría haberle preguntado a Gripe por qué la figura de la madre aparece tan desdibujada, y en cambio la del padre cobra una importancia gradual en la trama. La relación que mantiene Loella con la madre la he tomado en un sentido mucho más metafórico que literal. Cada vez que Loella adquiere madurez para el papel que desempeña en su hogar, mayores son los sentimientos negativos que le inspira su madre. Siente a su madre como un ser egoísta incapaz de escribir para ver qué tal andan sus tres hijos. Loella está sometida a un deceso sentimental, y parece un tema tabú, pero hay niños que se sienten así al comprender que para sus padres no son nada. Aunque demuestren atenciones materiales descuidan en gran medida las emocionales. Criamos niños que solo buscan satisfacer sus necesidades físicas y emocionales en los actos materiales, y ya ni siquiera les damos oportunidad de ser inocentes y hallar arrobo en el amor. Loella reemplaza la alegría por una melancolía, ajada por la tristeza, cada vez más presente en cada acto de su existencia a causa del abandono emocional de su madre. Por eso es lo que decía de tomar el alejamiento de la madre como algo más metafórico. Del padre, bueno, ni hablemos. Loella no conoce a su padre, y la primera información que recibe de él viene por la mejor amiga de su madre. Esa pequeña e insignificante información se convierte en una esperanza, una esperanza de remitir el dolor, la soledad y el abandono. En consecuencia, Loella inventa una fantasía que inspira ternura y empatía. ¡Ay, querida Loella! Y el lector solo desea que las cosas terminen bien, pero en la realidad las cosas no son tan fáciles. La esperanza, ¡qué gran arma con doble filo!
Y a eso voy, porque el contexto de la novela es muy realista. Suceden cosas malas, y los personajes sufren. Los niños necesitan aprender este tipo de cosas, porque negar la evidencia solo hará que de mayores se sientan completamente desprotegidos. Los personajes mantienen relaciones realistas, no todo se basa en un intercambio de afecto continuo; a veces hay odio, injusticia, indiferencia. Sentimientos que existen en las relaciones de amistad. El problema es que hay que mostrar lo que está mal y lo qué no, pero no tenemos que decir a los críos qué esta mal y qué no. Hay que mostrar una situación real, tal y como María Gripe hace, y que el propio niño se de cuenta de qué está mal en sobrepasar a alguien a quien respetas. También Gripe habla de arriesgar, que para mi es lo más duro de la amistad. Cuando pones todo tu corazón en manos de alguien puede que las cosas no siempre salgan bien. Aun así me parece que el mensaje concluyente de la autora es positivo, y muy bien desarrollado, porque deja claro que ambas posibilidades pueden darse y no pasa nada. No hemos fallado por perder a alguien, aunque sintamos que sí.
Es cierto que el final puede ser un poco precipitado, y que me hubiese gustado un buen épilogo para cerrar una historia tan bonita, pero como la novela me gustó tanto y las últimas páginas son tan emotivas pongo este aspecto negativo como algo bastante secundario. Todavía recuerdo como se me aceleraba el corazón en las últimas páginas, cuando sabía lo que iba a suceder y aún así....no sé, ¡no sé! ¡Estaba muy emocionada porque una persona buena iba a recibir todo el amor que siempre había deseado!
Esta una novela que se queda contigo invariablemente.
Nos vemos 💜.
portada: Laura Makabresku.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Leo autoras infantiles (cuquis) en Octubre


La literatura infantil es importante para recordar quiénes fuimos”. Este juicio de valor no es una simple afirmación sino una declaración de intenciones. Yo no tenía ni la más remota idea de que la literatura infantil supondría el segundo punto de inflexión más importante de toda mi vida. Pero para entender la importancia de este hallazgo debo remitirme a enero de 2015, cuando descubrí la obra de H. P. Lovecraft y la persona que hay tras una escritura tan descorazonada. Igual que H. P. Lovecraft al conocer la existencia de Edgar Allan Poe en su adolescencia observé a través de sus palabras que nuestras visiones eran semejantes,  ambos considerábamos que residíamos en un mundo plagado de monstruos, enfermedad y oscuridad. Y que yo, inmersa en ese contexto, tan solo era una criatura más...frágil, vulnerable y enfermiza como él. ¡Qué tiernos recuerdos se me vienen a la mente al pensar en el invierno de 2015!
Quiero dejar claro que mi visión de la sociedad se tornó obscura por las fantasías de un autor. El señor Lovecraft no me enseñó a ver la existencia humana desde un punto de vista pesimista, solo me ayudó a ver las cosas que estaban realmente mal, porque su disertación era más coherente que la mía. A partir de ahí, yo tenía que recorrer lugares que él jamás había hollado para comprender qué era aquello que despertaba mis propios terrores.
¿Y sabéis qué? Ser una mujer en el siglo XXI no es nada fácil, y de eso el señor Lovecraft no puede hacerse una ligera idea. Es muy difícil luchar contra la filosofía del vaso medio vacío cuando tengo plena consciencia de que ni siquiera en mi hogar estoy a salvo de la violencia física y verbal del reino humano. Y saber que esta violencia está perfectamente justificada por el sistema económico político y filosófico actual es todavía más patético. Saber, además, que en este sistema viven monstruos que creen tener ciertos derechos por encima de otros individuos de la especie me lleva cuestionar hasta qué punto esta sociedad está perdida y cuándo empezaremos a decaer hasta convertirnos en polvo; tal vez ya estamos extinguiéndonos. Durante muchos años he consentido ser otro pedazo de carroña para este grupo de personas de manera cuasi consciente, porque creí en mi santa inocencia ese era mi papel. Y este cúmulo de elementos son por los que día tras día experimento un terror muy vivo. No sé si algún día dejaré de ser carroña o su muñeco, pero a eso vamos.
Todos sabemos, en mayor o menor medida, que un solo individuo no puede luchar contra lo que son, en esencia, algunos de los designios de la naturaleza humana, pero puede decidir ser mejor que aquellos que se empeñan en justificar sus actos de violencia mediante la falacia de que en sus espíritus se encuentra más presente su “yo primordial”. Mi naturaleza primordial está despierta casi todo el tiempo en mi espíritu, pero he logrado canalizarla para que se convierta en un medio para un fin, y el fin es crear. Así que aunque considero que mi contexto es terrible, me esfuerzo en ver las cosas con una mirada más optimista, que no positiva. En mi oscuridad solo hay una luz de gas que a duras penas ilumina, pues existe para mi una gran diferencia entre ser un punto luminoso y poseer un farolillo con el que hollar senderos extraños en la noche más fría y oscura de la humanidad. Yo jamás voy a ser un punto luminoso, porque no considero que tales cosas se puedan dar alguna vez en mi vida.
Mi luz de gas desde luego son mi infancia, mi familia y mi novio, en ese orden de prioridad. Y todo aquello que permanece unido a mis recuerdos y a la persona que más respeto en este mundo son el asidero del candil. Durante mi infancia no leí muchos libros infantiles, de hecho, no leí ninguno porque a mis padres no les gusta leer. Pero de alguna forma cuando leo ahora libros infantiles siempre recuerdo mi infancia a través de las vivencias de los críos, animales u objetos que los protagonizan. Os puede parecer que idealizo los aspectos positivos de infancia hasta eclipsar los malos, pero no sería como soy si en mi infancia no hubiera conocido bastante bien el sufrimiento, precedido del rechazo, la tristeza y la soledad; aunque ese no es el punto hoy. Mi intención es seguir leyendo autores infantiles para seguir recordando esta época de mi vida, y en cierta medida volver a ser una persona que no dudaba de todo, en la que había pureza y bondad. Combatiré monstruos ignorando sus pullas y atacando la raíz del problema, porque es de la única manera que puedo ser libre. Y mi búsqueda de esto a través de la literatura infantil no surge de la ignorancia, pues en los pocos libros infantiles que he leído he podido darme cuenta de que es un objetivo plausible. Esa es mi única certeza.


Mis elecciones 💬
He establecido una relación bastante bonita y saludable con la escritora e ilustradora Beatrix Potter, y pretendo leer toda su obra narrativa y poética en octubre para el #LeoAutorasOct. Nadie me dijo que también puede haber personas que hagan más llevadero este desfile de formas grotescas, y que no todo tiene que ser malo, y que al final son esas personas las que te nutren mediante una visión más objetiva de las cosas que suceden. Además, estoy muy orgullosa de Beatrix Potter a un nivel muy íntimo, la adoro por lo que fue y por lo que no permitió que la sociedad le impusiera ser. Sé perfectamente que cuando lea su obra van a producirse cambios, y que H. P. Lovecraft y Beatrix Potter compartirán el mismo puesto en el campo literario de mi corazón. No siento desasosiego porque vaya a producirse hecho, más bien me siento tranquila y feliz, porque eso quiere decir que estoy evolucionando, y creo que ambos autores deben de sentirse muy contentos al saber que hay una niña que los adora por igual siendo diametralmente opuestos...¡o no! No considero que sean tan diferentes. Solo hay que observar bien.
También este mes leeré The Velveteen Rabbit, una historia escrita por Margery Williams. Me interesé por el relato a través de un fragmento que leí en la traducción castellana, unos comentarios sobre cuándo debemos considerar que una cosa es real. Estuve tan de acuerdo, y me emocioné tanto, que dije: “Seguramente adoraré esta historia, así que voy a leerla en inglés”. Si amas algo, ese "algo" se convierte en real. No hay que hacerse más preguntas y mucho menos dar valor a la opinión negativa que los demás tienen sobre algo que es tuyo y no hace daño a nadie. 
¡Poco más que añadir! Si leo algún libro más será de alguna mujer, pero en castellano. Fundamentalmente quiero que mi #LeoAutorasOct sea en inglés porque me parece una ocasión muy oportuna para ganar nivel con el idioma, así que ya os iré informando.
Nos vemos 💜.
portada: autoría de Omaira Phillips, es decir, mía.

domingo, 10 de septiembre de 2017

La pasión desatada: Anna Karénina


Si pensámos en una historia que resuma la segunda mitad del siglo XIX ruso indudablemente nos viene a la mente Anna Karénina. Antes de leer la novela me preguntaba hasta qué punto consideraría certera esta afirmación, y mientras leí Anna Karénina reconozco que mostré bastante escepticismo. Pero varias semanas después de terminar la novela vuelvo a preguntarme por centésima vez si es cierto que Anna Karénina es una novela tan representativa, y mi respuesta es , que realmente es la novela rusa decimonónica. No niego que sigo pensando en cómo una novela que a penas supera las mil páginas puede mostrar tantos aspectos de una época y al mismo tiempo contener tanta universalidad. Es cierto que este punto me lo cuestiono más con Crimen y Castigo, pero también con Anna Karénina. No es parte crítica de la novela sino la emocional la que transforma a Anna Kárenina en un clásico, es ésta la que suscita nuestro entusiasmo lector y nos mueve a hacernos preguntas de toda clase. Porque todos hemos amado con la violencia de Anna o la inocencia de la princesa Kitty, y hemos sido arrastrados a un estado febril al perder a la persona amada; todos hemos sentido en algún momento que han jugado con nuestras emociones; todos hemos experimentado la sensación de flotar en vacío al creer avanzar un camino sin retorno, en un sendero en el que parecían aguardarnos tan solo las penas, y la alegría era una mera ilusión. Todos, todos hemos alumbrado la posibilidad quitarnos la vida antes de seguir. Es la cara negativa de vivir.
Empecé este libro a principios de septiembre del año pasado y lo finalicé a mitad de agosto de 2017 con la consiguiente relectura de la parte que leí en 2016. Es una novela que gana con relecturas, pero aún así no puedo decir que Anna Karénina sea la mejor novela rusa que podéis leer, porque yo misma lo siento así. De manera objetiva os diré que es de lo mejorcito que podéis brindarle a vuestras mentes, pero si me pedís una opinión sincera os diré que no, y ahora veréis la razón.
Bajo mi punto de vista, la novela contiene dos tramas principales y diversas subtramas. Por una parte las más importantes: la infidelidad de la esposa de un alto funcionario petersburgués y el drama amoroso de un joven terrateniente de ascendencia moscovita con la hija menor una de las familias aristocráticas más importantes de Moscú, la princesa Katerina A. Shcherbatsky. Mucho se ha discutido sobre si ambas tramas son completamente independientes o si dependen la una de la otra, y en mi opinión la trama de Anna Karénina está subordinada en gran medida a la de Konstantin Levin, es decir, que la existencia del personaje de Anna no tendría una verdadera justificación si Konstantin Levin no existiera, al menos tal y como planteó Tolstói este complejo tinglado al principio. Porque Anna es un personaje secundario que tiene una importancia justa hasta que Vronsky, su futuro amante, abandona el cortejo de la princesa Kitty, personaje del cual está enamorado Levin, por la conquista de Anna. Así, para mi la historia de Anna “giraría” en torno a un núcleo común, Levin, lo que no quiere decir que en una visión general de la obra la trama que más relevancia contenga sea la de Konstantin Levin, pero también depende de qué califiquemos como relevante. Si hablamos de la crítica al sistema jurídico rural y al sistema educativo del campesinado, entonces apuntamos dos tantos a Levin. Pero si hablamos de sentimientos y de lo que es ser una mujer apasionada en una sociedad hipócrita y frívola, entonces apuntamos a Anna Karénina. Todo depende del prisma, y Anna Karénina, como clásico universal que es, se puede ver desde diferentes puntos de vista. En cuanto a las subtramas, para mi dependen del personaje con el que estén relacionadas. La trama de la familia Oblonsky, los Shcherbatsky, la de Nikolai Levin y la de Sérgei Koznishev dependen directamente de Levin, mientras que la de Alekséi Karenin y la del conde Alekséi Vronsky dependen completamente de Anna. 
Como podéis suponer es bastante complicado hablar toda esta dramatis personae. Hay tantos y tan variados personajes que si intentara comentar aspectos de todos me quedaría en simples calificativos que podría aplicar a cualquier personaje de cualquier libro, por eso me quedo en los personajes más relevantes de la novela. 
Anna es el personaje que más sentimientos encontrados suscita a los lectores, y si os soy sincera he comprendido gran parte de sus decisiones. No quiero decir que las justifique, digo que entiendo sus decisiones basándome en sus sentimientos por otros personajes y en su contexto personal y general (de la época). ¿Quién se atrevería a decir que no habría actuado de la misma manera en una situación similar? Anna es una mujer avanzada para su época, y es difícil ser así para una mujer incluso en el siglo XXI. Quedarse sólo con que a partir de su huida del hogar Anna solo se convierte en una mujer emocionalmente dependiente de un hombre mediocre y estúpido sería quedarnos con una imagen distorsionada de lo que realmente muestra Tolstói de este personaje al lector. Porque, claro, no podemos esperar nada más que aspectos negativos de una mujer que por puro egoísmo abandona a su marido y a su hijo, ¿verdad? Si ni siquiera el regente de la Moral en la Rusia de los zares pensaba así menos derecho tenemos el resto a quedarnos en juicios tan obtusos. Anna comienza a adquirir una educación a través del método autodidacta tras su huida, se convierte en una mujer culta, inmensamente superior a su marido y a su amante en todos los campos que tocantes el arte: música, pintura, literatura, ect. Y a diferencia del caso de Emma Bovary, con Anna podemos decir que su atractivo espiritual supera con creces el físico, porque Anna posee una sensibilidad impresionante que la lleva a ser idolatrada incluso por aquellos que saben que porta la marca del adulterio, de la ignominia, como Kostia Levin. ¿Y quién no se ha sentido alguna vez como Anna antes de quitarse la vida? Alguien habrá, sí, pero no soy yo esa persona. Anna Karénina no es un personaje que calificaría de feminista como tal pero promueve la emancipación femenina en una época en la que esto estaba a un nivel semejante al de afirmar que eras la concubina del Hombre Negro.
Casi como una antítesis del Anna Karénina está Konstantin Levin, el joven tímido e inocente que busca el amor de la princesita Kitty. Un personaje que suele resultar cargante e irritante pero con el que me he sentido bastante en consonancia. El gran problema de Konstantin Levin es la brusquedad o la violencia con la que expone sus juicios, su conservadurismo generalizado y su nula predisposición a “los cambios”, pero yo entiendo por qué se niega a cambiar. El problema es cuando toda Europa no comprende que la cultura rusa no es en esencia occidental y traza sus juicios sobre esta como el más pedante de los occidentales. Tolstói critica a la aristocracia que ayudaba o pretendía implantar un sistema europeo para gobernar un pueblo que espiritualmente no lo es. Tanto Tolstói como Dostoyevski sentían verdadero horror ante la evolución de las sociedades europeas, y no es para menos. Somos muy dados a juzgar lo de los demás en vez de mirar para dentro de nuestra casa donde la falta de sensibilidad, individualismo exacerbado y la falta de empatía nos han convertido en monstruos sin amor, desconfiados y solitarios. Pese a ser un ferviente seguidor de las reformas educativas de Jean-Jacques Rousseau, Tolstói fue muy crítico con el tema de la educación a través de su alter-egoTal vez el hecho de que prefiera a Levin por encima de Karénina es porque ella representa una sociedad aristocrática europeizada mientras que Levin representa fielmente el alma rusa ingobernable, pero también es porque Kostia tiene una personalidad más afín a la mía y hasta cierto punto es un caballero sincero consigo mismo, y así lo demuestra hasta el desastroso final, porque a eso vamos. 

En Levin está presente el arrobo que experimenta el ser humano redescubrir la religión, sentimiento que también imperó en Tolstói mientras finiquitaba esta novela. Es aquí donde reside aquello que me incapacita ver a Anna Karénina como una obra que podría representarme, porque el tono de moralina de Tolstói con este tema me parece tan autoritario, tan henchido de un orgullo injustificado que descoloca. ¡Como si creer fuera una cuestión de superioridad moral sobre los demás! Al final Tolstói se pone a la altura de aquellos ateos que empleaban el mismo tono de vulgar autoridad, y eso es precisamente lo que desprecio, esa autoridad que un individuo adquiere de la nada para juzgar las inclinaciones religiosas de los demás. Nadie debería creerse con ese derecho.
Tras estas dos personalidades contrapuestas están otras que soliviantan aquellos sentimientos violentos que puedas adquirir durante el transcurso de las páginas, o no; tal vez logran el efecto opuesto. Está la princesa Kitty Shcherbatsky, que personifica la inocencia en persona.  Me parece un personaje interesante, con una evolución bastante marcada, en el que pasa de ser una chiquilla sin a penas decisión a una mujer que en un núcleo familiar convencional adquiere su rol con suprema sencillez y responsabilidad, como un reflejo de cuando Dolly, su hermana, también asumió su puesto en la sociedad. Por otro lado está Vronsky, que es todo lo contrario a las  Shcherbatsky, un personaje de mundo que halla cierto disfrute en sus faltas bajo una existencia acomodada. En él parece como si Tolstói satirizara la figura del príncipe o el zar de los cuentos infantiles y mostrara el interior de éstos, describiéndolos comos seres frívolos, insensibles y vanidosos. Punto para Lev Tolstói! También en gran medida el cabeza de familia de los Oblosky es así. Además Stepán es de estos tipos que ni se planean las consecuencias de lo que están llevando a cabo, lo que despierta mi más profunda aversión e irritación. Y, por último, volviendo a un ejemplo correcto de buena voluntad y moralidad, tenemos a Aleksei Karenin, que es mi personaje favorito de la novela. ¿Por qué? Porque poca gente repara en él de verdad, porque Karenin no es solo el marido pusilánime y estúpido, es una victima de una sociedad de las apariencias. No solo Anna es víctima de ésto cuando decide cometer el adulterio, ella ya se casa con un hombre que es incapaz de querer y respetar al ser humano completamente porque lo han convertido en un monstruo sin amor. Internamente Karenin es todo lo que la sociedad desprecia. Un mecanismo de engranajes carcomidos por el óxido, contradictorio y cobarde. Me fascina este personaje porque a pesar de estar tan roto por dentro y ser tan débil psicológicamente intenta llevar una existencia lo más sencilla y feliz que puede amando su trabajo y su familia. Cuando puede amar lo intenta demostrar con cierta clase de afectos dirigidos su hijo, y más tarde al fruto de una unión fuera de su matrimonio con Anna que ni siquiera es hija suya. Increíble personaje que ojalá hubiese tenido un poquito más de importancia al final.
Pasando a aspectos más académicos, muchos afirman que esta novela es naturalista, pero no me lo parece ni remotamente. Tolstói se aleja mucho de las características propias del naturalismo, pese a que otros coetáneos puedan entrar en esta categoría desde luego yo niego que Anna Karénina sea una novela naturalista. Sé que a muchos les interesará saber el ritmo de la historia o la forma de escribir de Tolstói , y ya os digo que tiene un ritmo muy regular y es fácil de entrar a Tolstói a través de Anna Karénina
Concluyendo, Anna Karénina me parece una buena novela, y no sabéis lo complicado que me resulta aceptar esa pésima conclusión para una novela de diez. ¿Es una novela que recomiendo para iniciarse con la literatura rusa? Estoy segura de que nadie se va a perder leyéndola. Tiene tono sencillo, buen ritmo y la brevedad de los capítulos hace que la historia sea mucho más amena para aquellos que les cuesta bastante entrar en un libro. ¡Qué no os tire para atrás el número de páginas! Por mi parte ha sido una lectura muy instructiva, interesante y con la que he aprendido muchísimo tanto de mis propios sentimientos como de la cultura Rusa y su historia. Leedla (y releedla) en algún momento de vuestra existencia.

Nos vemos 💜.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Hombres de hierro y otros relatos del cuadritátero


Son muchas las preguntas que me ha suscitado este compendio de relatos pujilísticos de Robert E. Howard, y sé que entre ellas hay diversos porqués que jamás obtendrán una respuesta. Hay muertos que no se pueden traer a esta dimensión ni siquiera para tomar un café. Pero formulo estas preguntas, tal vez de índole más personal, a Robert E. Howard porque me gusta pensar en que llegará un día en el que lo encontraré vagando por un inmenso desierto en un sueño cualquiera. Y entonces, si la timidez me lo permite, podré preguntarle: “¿Por qué, Bob, por qué creaste a esos hombres extraños que sienten tanto pasión como rechazo por aquello que les hace vivir, para aquello para lo que la madre naturaleza les hizo respirar?” “¿Por qué a veces se me olvida, y tú me recuerdas, que estos hombres brutales tienen corazón? ¿Y por qué soy yo la que entonces piensa que no tiene corazón?”.
Hace muchos años Bob descubrió la metáfora de la vida implícita en el boxeo practicando durante su breve existencia este deporte, y pienso que ese fue el motivo que impulsó a Robert E. Howard a escribir estos relatos. Aunque, como es obvio, también hay que tener presentes sus intenciones comerciales, y es que Robert E. Howard considero los combates de boxeo un buen medio para hablar de este tema y otros (veladamente) y ganar algo de pasta en diversas revistas pulp. Claro que en aquella época los ciudadanos veían de una manera muy distinta el boxeo que las gentes de hoy. ¿Quién no ha calificado el boxeo como un mero acto brutal en el que resulta incomprensible imaginar que llegue a producirse un juego de sensibilidades entre los combatientes que no todos podamos llegar a entender? Es difícil no hacerlo cuando estás lejos de este mundo. Aun así, como una pequeña Carol Joyce Oates, he comenzado a sentirme fascinada por el boxeo y por las personas que deciden dedicar una parte de su existencia a practicarlo, tanto de manera profesional como amateur. Es elegir consciente el rechazo hacia la vida civilizada y sumergirte en la primitiva e indómita durante muchas horas del día, y eso es más que digno y honorable. ¡No me extraña que Howard se sintiera fascinado por este mundo sabiendo cómo era él! Por eso, cuando vi esta antología y la autoria de los relatos, no dude que tenía que leerlos, y mejor que fuera pronto. Y así hice.
Si uno manda a la lona a un tipo de cien kilos tras haberle golpeado en un lado de la cabeza con fuerza suficiente para dejarle K.O y no se rompe la mano al mismo tiempo, caben dos posibilidades: o es un hombre de hierro o un maldito embustero”. Pág. 132.

El tema central de la antología es la dureza y resistencia de unos hombres que parecen haber sido designados por el Mismísimo para el oficio pujílistico por su complexión física y mental. Pero antes nos ofrecen un prólogo de Eugenio Fraile bastante instructivo en la que pone en contexto el contenido de la antología a través de la vida privada de Howard, pero si excederse ni opinar sobre las decisiones u opiniones que tomó el autor en vida. Es un aspecto que os parecerá muy secundario, pero yo la verdad es que estoy bastante cansada de ver cómo cualquier mentecato calumnia y opina sin atender a razones sobre las vidas de los tres mosqueteros de Weird Tales. Así que esta introducción a los trabajos de Robert os recomiendo personalmente leerla. Además, cuando el señor Fraile habla del contenido de la antología y del trabajo de Howard lo hace de manera bastante objetiva. Eso por una parte; luego tenemos una especie de ensayo “relatado” en el que Howard habla sobre los hombres de hierro que realmente existieron y en los cuales se ha inspirado para crear a Mike Brennon, Kirby Karnes, Slade Costigan, Steve Harmer, Mike/Steve Costigan y un larguísimo etcétera. Toda una delicia para una neófita como yo de conocimientos e historietas del mundillo pujilístico que además ayuda bastante a entrar en la antología.

Mi impresión general con los relatos ha sido muy satisfactoria, sensación que se intensifica conforme avanzas con la susodicha antología. Ya lo comenté por Goodreads, pero es que Howard crea un universo muy interesante aquí. Y este efecto puede que se intensifique (como ha sido mi caso) si os interesa cómo Bob ejecutivamente desarrolla la tensión y el misterio a través de las acciones llevadas a cabo antes y durante el punto central del relato, que suele ser un combate. Veréis, no es que precisamente haya muchas novelas o libros de boxeo, y el poco contenido que tenemos en España traducido y editado hay que paladearlo bien (con criterio, por supuesto). Sentía bastante curiosidad por la estructura y el desarrollo de ésta, ya que Howard es bastante bueno creando atmósferas en otros géneros, pero me mostraba algo escéptica en como actuaría en el terreno realista. Es curioso, ¿verdad? No dudamos cuando un autor realista incursiona en la literatura especulativa...¿y por qué al revés sí? La antología, además de hacerme pensar en cuestiones relativas al oficio, me ha ayudado a revisarme un poco más.
A mi parecer Robert E. Howard trabaja mejor en historias pujilísiticas más extensas que breves. Un ejemplo muy ilustrativo es la historia primera historia, Cupido contra Pólux, la cual me dejó bastante fría por el tono casi impersonal de la historia y los tópicos pujilísticos tan mal administrados por el autor. Un tipo pierde un combate porque su juicio ha sido nublado por la atracción sexual que siente hacia una mujer. Y la moraleja es: “Chico, no te enamores nunca”. Me llamó la atención el tono patético del que dota a la narración Howard en los últimos renglones, como si el autor no se tomara en serio su propio relato, pero no salva el texto ni con el toque final. Aunque, por otro lado, tenemos una historia breve donde prima el personaje a la narración; se trata del relato de Ambrose Willow, alias El Sauce Llorón. Como he dicho, me gusta más a Howard trabajando en textos más bien extensos pero en este relato simplemente dice al lector: “Voy a hacer lo que me de la gana, y sé que te va a gustar”, y a mi me encantan este tipo de retos. El relato de Ambrose me pareció bastante tierno. A pesar de que resulte extraño o insólito esa son los calificativos más adecuados para describir mis emociones por ese boxeador. El personaje resulta ser un pujil de segunda con una extraña y curiosa afección: cuando boxea se echa a llorar, literalmente. No tiene muchos adversarios por este problema y carece de una pegada distintiva. Es un perdedor que le gusta boxear casi por diversión, porque se le da de auténtica pena. No es un hombre de hierro como tal, más bien un circo humano, pero su resistencia frente a los pocos adversarios es bastante alta a la media así que supongo que los editores consideraron que el mejor lugar donde integrar esta peculiar historia era esta antología. Y, claro, mi historia favorita por razones obvias: I love weirdos like me.
“—El hecho mismo de golpear a uno de mis semejantes me pone triste y melancólico”. Pág. 92 [Ambrose Willow, más cuqui y no nace]

Pero, para qué engañarnos, las historias que consiguen hacer despegar la antología y mantenerla en el aire satisfactoriamente son El hombre de hierro, Puños del desierto y Miedo a la multitud y El gancho de derecha. En El hombre de hierro un buen mánager descubre a un chaval que tiene una buena pegada pero está muy mal entrenado, Ese propone entrenarle pero Mike Brennon rechaza su ayuda porque, admite, se retira. Pero a los pocos meses busca a nuestro narrador, que acaba elevando a Brennon a la categoría de campeón. El problema es que el chico acepta demasiadas peleas por el dinero que le reportan. Surge toda una trama de conspiración y misterio muy bien llevada que eclosiona en algo que ya veíamos de lejos: una mujer. Aun con el hecho de que este sea un elemento predecible me gusta la manera en la que Howard lo lleva, muy distinta a Cupido contra Pólux. La exploración de la resistencia física Brennon es muy interesante, y la conclusión redonda. Luego tenemos Puños del desierto, que también me gustó mucho porque podemos ver que los mánagers no siempre buscan el bien para sus promesas, pero que al fin y al cabo siempre hay personas buenas que ven las injusticias y no les importa perder una pierna cuando piensan que vales tu precio en oro. El hecho que Kirby Kanes es el trasunto literario de Bob es bastante obvio. Miedo a la multitud es mi relato extenso favorito, la conexión que establece el pegador con su novia para liberarse de la presión constante que ejerce el público sobre él me parece digna de mención. Y es que básicamente de esto va el relato, y no se me escapa que aquí la verdadera heroína de la historia es Gloria. El gancho de derecha es el que menos me gustó de los extensos, ya que el protagonista se marca un farol para salvar la economía del hermano de la chica con la que está prometido amañando el combate, ya de por si amañado, y enfrentándose él al combatiente que supuestamente ha de ganar. Interesante pero me gustaron más Miedo a la multitud y Puños del desierto.
Cualquier hombre tiene que ocupar un lugar en la vida; su papel no era el de un hombre de hierro que luchaba no tanto por vencer como por llegar hasta el límite. Acabar el combate en pie representaba para él una victoria”. Pág. 58.

Ahora bien, una decisión que no entiendo que tomara La Biblioteca del Laberinto fue la de incluir poemas y fragmentos de ideas a medio cocer de Howard sin haber finalizado con los relatos en si. Bajo mi punto de vista convierte a la antología en un producto visualmente caótico y saca al lector de la dinámica que ha establecido con los relatos. ¿Que yo podría haber leído los últimos relatos antes de la poesía ahorrándome el sentido lineal? Sí, de haber sido informada el prólogo de que eran relatos completos del mismo tipo los anteriormente leídos. No he tenido en cuenta la ordenación de éstos para mi puntuación de la antología, pero creo que es conveniente advertir al futuro comprador de esto.
Los poemas pujilísticos son una parte fundamental para entender la relación especial que Howard estableció con este deporte. Me han despertado sentimientos diversos, el que más ha sido tristeza, tal vez porque Bob sentía una tristeza taimada por los hombres de hierro y sus destinos. Todos los poemas hablan o bien sobre la muerte o bien del dolor, pero también de la esperanza. Es como si hubiera un mensaje oculto que solo las personas indisolublemente atadas a este mundo pudieran entender. Mi favorito es Kid Lavigne está muerto, en el que Howard resume la carrera de este pegador en un puñado de versos. Kid es el hombre de la portada de esta reseña.
Tras los poemas tenemos una serie de fragmentos en los que podemos apreciar algunas ideas de Howard protagonizadas por Mike/Steve Costigan. Los he leído todos pero he decidido no puntuarlos ni opinar en detalle porque son simplemente ideas, muchas de ellas puede que recicladas en sus relatos inéditos o publicados. Y, siendo sinceros, no aportan gran cosa.
Por último tenemos un “grupo de relatos” que siguen la estela de los anteriores con nuevas aventuras protagonizadas por otros “héroes”. Dos relatos de Ace Jessel, el primer protagonista negro de Howard en esta antología, y uno de Jack Maloney, pegador venido a menos que ahoga sus penas en alcohol y trifurcas en antros. Los dos de Jessel están a un nivel narrativo por encima de algunos de los primeros. Ace Jessel es presentado como un bonachón y un gran artista en este deporte. Y La aparición sobre el cuadrilátero refleja bastante bien su carencia de instinto asesino del que muchos tipos hacen gala en el ring. Este relato, originalmente aparecido en Ghost Stories, combina un elemento sobrenatural con el sudor y la sangre habitual creando con maestría algo que yo describiría, cuanto menos, como insólito y original. Luego tenemos Traición, relato en el que Howard habla veladamente del racismo enraizado en su tierra, y relato el cual también disfruté muchísimo por esto mismo. No lo índica por ningún lado pero a mi parecer estos relatos son pertenecientes a los últimos años de vida del autor. Puede apreciarse una mejora de estilo, aborda otros temas además del obvio y los personajes son mucho más complejos. De verdad, una maravilla. Y con Siempre vuelven confirma lo dicho: Howard emplea la formula habitual pero le da un toque más personal en el que apreciamos sustanciales mejoras de estilo. Logra que la historia sea mucho más que un boxeador superando sus debilidades y excesos para acabar con una conclusión apoteósica.
Algunos tipos saben golpear, pero no saben boxear; otros saben boxear, pero no saben golpear”. Pág. 122.
Y ya que hablamos de las mejoras de estilo, dejemos clara una cosa: la principal intencionalidad de los relatos es entretener, por tanto no os esperéis un tono más elevado o distinto a la tónica habitual de Robert E. Howard. Hay mucha acción, muy bien llevada por cierto, y el estilo refleja las demandas de la narración. Por supuesto, me niego a llamarlo un “estilo pulp” porque no lo es, quiero decir, en el pulp encontramos historias de lo más diversas, y obviamente estilos diametralmente opuestos. No escriben igual Robert E. Howard que Abraham Merritt, ambos autores reconocidos en su época que amaban por igual las civilizaciones antediluvianas, pero en una comparativa rápida nos cercioramos que hay una un cambio más que obvio de registro, pese a compartir características. Ya es hora de tirar a la basura algunos prejuicios de la literatura de la Era Pulp, ¿no? 
En fin, creo que mis conclusiones finales son bastante claras en los aspectos narrativos. Sin embargo, más allá de ellos me pregunto si realmente merece la pena comprar la antología en relación a la cantidad de contenido que nos ofrece. Si os interesa el boxeo o los trabajos de Howard la recomiendo, pero si no os interesa ni lo uno ni lo otro no la compréis. Me parece poco contenido por el precio por el que se vende cada ejemplar. La traducción es decente, necesita alguna corrección aquí y allá, pero estamos hablando de una editorial pequeña que edita obras que interesan a una minoría muy pero que my reducida. Aprecio muchísimo el trabajo que hace La Biblioteca del Laberinto, realmente se nota que aman lo que editan, pero si vuestra economía es precaria y no os interesa demasiado el tema, no compréis la antología habiendo otras de Howard editadas por esta misma editorial que pueden brindaros más horas entretenimiento por un precio similar.
Estos relatos de Howard constituyen una manta de retales, pero, ¿y lo que aprendemos a apreciarlas en los días más duros del invierno?
Después de todo, ¿quién conoce las profundidades extrañas del alma humana y sabe hacia que cimas aparentemente sobrehumanas puede elevarse un cuerpo gracias a la mente”. Pág. 151.

Nos vemos 💜.