Como siempre acostumbro en mis entradas esta no estará exenta de las
emociones que despertaron las vivencias acaecidas y cómo me han afectado en el
plano más personal. Por tanto, quiero empezar mi humilde crónica dedicándole
una breve pero necesaria efusión de cariño y respeto al festival de fantasía, ciencia ficción
y terror que desde hace media década se celebra en Avilés.
El destino me lleva por segundo año consecutivo a tierras asturianas, y
como he podido comprobar, ciertas vivencias del año pasado han vuelto a
repetirse. El año pasado no trabajé para pagarme el viaje, sin embargo tuve que
superar diversos obstáculos para poder alcanzar unos días de paz. Este año sí
he tenido que trabajar sorteando obstáculos de índole aún más personal, y
finalmente he podido alcanzar esos días de relativa armonía emocional. Cuando
llegué al festival el año pasado ya sentía que todo lo que había visto por la ventanilla de un tren superaba con creces mis expectativas. Y no eran pocas, vaya, pero de
nuevo ha vuelto a suceder. Recuerdo ir en el tren hacia Oviedo cerrando los
ojos cada vez que un túnel me impedía ver la foresta, esperando llegar a ese
lugar del que hace un año me había despedido con la incertidumbre de volvería a
ver sus montañas, ríos, bosques, praderas, casitas aisladas y pequeños
conjuntos de ellas que podían ser pueblos o respetables comunidades; y aunque estos
estuvieran dominados por un sol abrasador en vez de no la niebla y la tormenta supe que había vuelto a una tierra que se aproximaba bastante a mi concepto del “hogar”.
Desde luego podría haber vivido este entusiasmo inocente al observar la
primigenia naturaleza asturiana en cualquier momento del año, de hecho soy
consciente de que habrá ocasiones mejores para disfrutar de este espectáculo
panorámico, pero no creo que mis emociones pudieran alcanzar tal intensidad en
una realidad que más tiene de sueño que de vigilia si el Celsius 232 no existiera.
A veces me he encontrado pensando durante estos días que el festival de Avilés se transforma en una memorable obra de ficción fantástica; lo puede asegurar cualquier
asistente: durante cuatro días Avilés se inunda de magia y pasión, la misma magia que suscita la buena literatura. ¿Y qué sería de una obra de culto o un
clásico si no encontráramos una estructura cristalina y organizada; qué sería
de una novela sin personajes en los que pudiéramos encontrar algo de nosotros
mismos? Para mí el Celsius es como todas aquellas
historias escritas o susurradas que constituyen un momento al cual aferrarse en los peores momentos de nuestra insignificante existencia.
El Celsius 232 lleva todos los años a cientos de personas a dejar atrás
su día a día y recorrer cientos de kilómetros, o unas pocas yardas, con la
certeza de que esas personas allá donde van les espera aquello que todos necesitamos
de vez en cuando: compartir nuestro entusiasmo por los géneros que adoramos en
silencio o de vez en cuando por redes sociales. Son pocos los afortunados que
pueden disfrutar en persona de un círculo de amistades donde la literatura de
género no sea calificada como una afición fútil o que exige demasiado de
nosotros mismos; ¡que estas son simplemente
historias que gente como nosotros imaginó y dejó impresa en el papel una vez
hace poco o mucho tiempo! Escapar durante estos cinco días de juicios así
me ha hecho sentirme más segura de mi misma, y válida, sobre todo válida,
porque mis opiniones eran consideradas y respetadas. Me sorprendió que nadie me
mirara por llevar un traje de la división científica de Star Trek que tenía
desde hacía un año en el armario muriéndose de risa, pude hablar con gente que
compartía mi amor por el universo trekkie; de los clásicos de fantasía, terror
y ciencia ficción. Carcajearme en medio de un evento con ellos o reírme
simplemente porque me sentía segura. En otros momentos de mi vida esto habría
sido imposible, pero la compañía de humanos que compartían mis aficiones me
dio cada vez más fuerza con el paso de las horas y los días. Las personas con
las que he estado a ratos o de forma permanente durante cinco días son los personajes de
una novela que de haber constituido como tal se hubiera convertido en una de
mis favoritas, por muy cursi que suene
esto que he dicho.
Y me quedaría solo con la grata compañía de la que he estado rodeada puesto
que nada más llegar a Avilés me topé de bruces con ella y pensé: “Oh, creo que ya tengo todo lo que necesito estos días.
Bueno, no vendría mal encontrar un baño donde desalojar estos gases”. Pero ahí
no acabó la cosa. Comprendí, y esta vez me convencí, que durante el Celsius las
barreras que separan un autor de sus lectores son difusas, por no decir
inexistentes. Los autores, tanto nacionales como internacionales, pueden darte una
charla de media hora o una hora donde te cuentan como crean sus historias, cual
escarabajo pelotero haciendo su bola de mierda más grande y compacta, y luego interaccionar
contigo como si fueras uno más tomando un café a tu lado. Por mi carácter introspectivo
no creo que pudiese llegar a hacer algo así, no me atrevería a sugerir tal cosa
a nadie en general, pero he escuchado a mis camaradas relatar sus vivencias y yo no cabía
en mi asombro. En momentos así es cuando entiendes que ese autor de Southport
al adoras escribiendo o escuchando también tiene sentimientos; aspiraciones,
miedos, pasiones…A veces, otros más o otros menos, tendemos a cosificar los
creadores de las obras más hermosas porque venden mucho, no hablan nuestro
idioma materno, o simplemente porque no son nuestros vecinos del bloque. El
Celsius 232 ofrece la oportunidad perfecta para desembarazarnos de tal idea y
ser más amables. Parecerá una obviedad el que los autores sean personas —o booktubers, que son los nuevos superhombres de losa que tanto hablaba Nietzsche—,
pero de verdad que no lo es. Cada día veo con más claridad que este mundo
necesita ser más humildes en la exposición de nuestras opiniones, y el Celsius
nos ofrece el tortazo perfecto para ver esta realidad.
Por otra parte, destaco lo mucho que he aprendido —y reído— en la mayoría
de charlas a las que he asistido. Voy a hablar un poco sobre ellas, centrándome
en las que más me han gustado o los espacios sobre los que tengo algo que
decir.
MIÉRCOLES
El miércoles la verdad que
empezó fuerte con la charla de cuarenta y cinco minutos donde se hablaba de la
antología de relatos Visiones 2016. Hasta
ahora lo más parecido para mí a una “charla” con dosis feministas evidentes del
género fantástico era la típica introducción a una novela escrita por una mujer—e
introducida por una mujer—o una antología donde había algún relato de una mujer—e
introducida, nuevamente, por una mujer—. Esta charla me resultó especialmente interesante
porque se produjeron algunos debates entre los dos sexos sobre visibilización
de la mujer en el género. En concreto esta antología en 2016 había contado, si
no recuerdo mal, con un 33% de participación femenina, lo cual no está mal…del
todo. Me hubiera gustado haber visto entera la charla porque Cristina Macia es
fascinante. En serio alguien debería haber dejado que acaparara todo el micro.
Luego nos quedamos y asistimos a la presentación de Elio Quiroga que fue muy instructiva, al igual que la de Ana González Duque. Lo que más interesante
me resultó de la presentación de Ana GD fue cuando habló de los pros y los
contras de la autopublicación y cómo ella había llevado todo el proceso de
escribir, corregir y publicar. Luego pasó
Abercrombie, oriundo del Celsius, y habló un poco de todo. Le preguntaron
por influencias—pregunta que supongo que le habrán hecho cientos de veces y
estará cansado de que se la hagan—, creación de personajes, escritura,
corrección, ect. Fue una charla interesante porque Abercrombie es un sassy boy de la vida
e intenta hacer reír a su público haciendo el indio. No obstante hasta que no
se llegó a la parte de los personajes reconozco que la charla se me hizo un
pelín cuesta arriba. Y respecto a sus personajes y sobre las anécdotas que
contó, como decirlo…a ver, lo flipé. De él leí hace dos años Los héroes, y, efectivamente, está plagado
de personajes que no son ni héroes ni villanos. El autor expuso muy bien cómo
llevaba a cabo la empresa de crear personajes grises y disfruté muchísimo toda
esa parte. La guinda del pastel sucedió cuando al final del evento también
confirmó su asistencia en 2017. Cuando el auditorio rugía por la emoción del
momento aproveché para gritarle “tío bueno” porque, bueno, es la verdad y…me apetecía.
[EJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJEMMMM]
Por último, asistimos a “Ellas
también escriben CF”. Mesa redonda en la que todos los temas abordados me resultaron interesantísimos,
incluso las ideas que disentí en el matiz. Estoy muy contenta de la
abrumadora mayoría femenina en la mesa porque sinceramente de haber habido un
tío hubiese sacado la recortada de mi bolso. Se repitió en más de una ocasión lo de: “Ojalá algún día lleguemos a un punto donde, cuando
cojamos un libro, no veamos al hombre o a la mujer sino a la persona que lo escribe, independientemente de su sexo”, y eso está
muy bien, ojalá fuera así, el problema es que no lo es ni lo será, y por tanto
no podemos vivir en la Calle de la Piruleta. El feminismo NO promulga la igualdad entre hombres y mujeres sino la liberalización de la mujer en todos los espacios, inclusive el literario. De verdad me gustaría que
la igualdad entre sexos dejara de venderse como un objetivo, ya que es una
consecuencia de lograr liberarnos del yugo masculino. También se incidió en qué pensaban
las autoras de la mesa sobre “ la prosa femenina” y de los temas que las mujeres
solían tratar, pues nosotras “se supone” abogamos por la cotidianidad y lo emocional. Dos autoras resoplaron diciendo: “qué me cuentas, a mi esas cosas no me interesan”, y es
verdad, qué co** me estás contando. Creo que nunca se habla con propiedad de
que existe una diferencia abismal entre una idea tratada por un hombre o por
una mujer, pero en ningún caso esa diferencia reside en la cantidad de emociones
expresadas o los temas abordados, que se lo digan a Gustave Flaubert con Bovary.
Personalmente yo soy más de la escuela de Shirley Jackson, sin embargo comprendo
la postura de aquellas compañeras que prefieran abordar temas que ellas
consideren más “trascendentales”. Todo esto de la “cotidianidad” o “las
pasiones y la muerte” se remonta a lo mismo: una confusión de objetivos. Las
mujeres cuando buscamos "la igualdad" en realidad lo que queremos es quitarnos de encima de una maldita vez de la opresión que los hombres ejercen sobre nosotras
diariamente, de forma directa o indirecta, para escribir sobre lo que nos salga
de las narices sin preguntarnos si lo que hacemos está bien o está mal o si el
enfoque es el adecuado o no.
Espero que ese ambicioso ensayo sobre las mujeres del género fantástico en España a lo largo de los siglos y que se finalice con éxito pronto. Aquí tenéis una lectora compulsiva del tema.
Espero que ese ambicioso ensayo sobre las mujeres del género fantástico en España a lo largo de los siglos y que se finalice con éxito pronto. Aquí tenéis una lectora compulsiva del tema.
JUEVES
El jueves fue el día más
movidito. Asistimos a la presentación de El
dios asesinado… y la presentación de la reedición de La sonrisa del gato. Me lo pasé teta en las dos, más en la segunda que
en la primera porque cuando le decían a Rodolfo Martínez que es un clásico del cyberpunk
español sus reacciones lo convertían en un humano MUY adorable. Seguramente le dé
una oportunidad a su novela y relatos relacionados con la historia en un futuro.
Más tarde fuimos a una presentación de la que no me enteré la misa porque queríamos tener buenos sitios para ver a Cristina Fernández Cubas presentada
por Cristina Macía—reconocedlo, vosotros también lo habéis hecho alguna vez—. Y el panel de Cubas me
pareció increíble. No conocía esta señora de nada pero con la magnífica
presentación que se hizo de ella y sus novelas, y los temas que aborda la autora
me hicieron darme cuenta de lo poco que valoramos nuestros escritores
nacionales del género fantástico.
Yo cuando no encontré el Hacedor de Estrellas de mi yayo. |
VIERNES
El viernes no fui a ninguna
charla por la mañana y me perdí el maravilloso pero breve panel que se le
dedicó a Arena Roja de Gema
Bonnín; lo sé, no tengo perdón de Dios. Por la tarde entre con Diana en esa
maravillosa biblioteca que hay en la Casa de la Cultura de Avilés y morí con la
cantidad de libros interesantes que había, entre ellos uno de mi yayo. Luego asistí a la charla de Richard
Morgan donde comentó algunas cosillas de sus proyectos y creaciones, de aquí la
referencia al escarabajo pelotero; sobra decir me lo pasé genial en su espacio. Después nos quedamos a la de Kevin J. Anderson que soltó algunos cuñadismos—llego a
ser su mujer, que estaba al lado de nostras, y me levanto para sacarlo de la
oreja del auditorio por ser tan simple en diversas ocasiones—, pero fue muy
amena. Ahora sé que en una de las novelas de Expediente X Scully tiene novio,
la verdad es que es un dato muy relevante que todos debéis conocer y por eso
escribo sobre ello. También se reveló en la charla de Anderson que Ann Leckie venía el año que viene. Si lo piensas bien es simbólico que aquello se anunciara en una charla en la que se pecaba de algún pensamiento promachista.
Mis amigas pueden dar fe de ello: yo estaba muriendo en el sillón
mientras escuchaba a Javier Sierra hablar de esoterismos varios, ovnis, rusos y
aliens. Es la primera vez que veo a un humano hablar de todo aquello que me
encanta, esas cosas tildadas de supercherías por la
sociedad en general. Sí que comentó, ahora que hago memoria, que había habido
personas que en su pasado intentaron convencerle de que sus ideas no eran
válidas y tal, y había acabando construyendo una especie de caparazón para que
estas ideas le rebotaran. Tomo nota, Javier Sierra, tomo nota. Me gustó mucho
que en la mesa también estuviera Jesús Palacios, un descubrimiento comparable
con el de Cristina Macía este año.
[Foto hecha antes de que se confirmara a Joe Hill en 2017. Curioso, ¿verdad?]
SÁBADO,SABADETE
SÁBADO,SABADETE
Llegó el sábado o el Día de Mangri. De nuevo por la mañana no
asistí a nada porque mis amigas y yo vivimos una experiencia terrorífica en la pensión donde estábamos alojadas, seguro
que el karma se cobró lo suyo por no ir a la presentación de Arena Roja,
y, sinceramente, los diecinueve años me pesaban como si tuviera veintinueve a
las doce de la mañana mientras tomaba el primer café de Asturias que no me
producía un efecto laxante inmediato. Después de comer fuimos casi todos a
coger sitio para el evento de David Mitchell y entramos en la charla de
Leonardo Patrigniani que fue… bueno, soporífera. El autor parecía un buen tío,
muy alegre y vivaracho, pero estaba muy mal presentado. Las preguntas no eran
dinámicas, se recurría a lo típico de influencias y otras historias, y
Patrigniani hablaba en un italoinglish que le impedía
expresarse con la claridad que yo, imagino, hubiera tenido de haber hablado completamente
en su idioma materno; #IWantToBelive, humanitos. Y eso, que su charla se cimentaba en un
discursito plagado de obviedades. No dijo nada que supiera desde hacía bastante
tiempo.
Pero sin duda lo peor del Celsius no fue oír a Kevin J. Anderson
diciendo que él le dejaba la parte emocional a su mujer en las novelas de Star
Wars o a Leonardo Patrigniani hablando con tal inocencia e ignorancia que le
impedía percatarse de que la ciencia ficción había tratado los temas de sus
novelas más nombradas desde hacía más de cincuenta años, y personalmente, de
una manera más lograda que lo que él dio a entender en su charla. No, lo “peor”
del Celsius acaeció algo después.
En realidad durante el evento “De
la red al papel” me lo pasé, dentro sus posibilidades, “bien”. Pero
no podemos tapar el sol con un dedo: todavía no entiendo qué pintaban estos cuatro sujetos en
este festival. Excepto J. Ruescas,
¿quién de los asistentes a la mesa redonda había escrito género? No sé quién o
quiénes fue o fueron el o los organizador/es encargado/s de que estas cuatro
personas estuvieran allá arriba, pero desde aquí le/les pido respetuosamente
que no vuelvan a traerlos para que den una charla de moralidad o algo parecido
a literatura. Tampoco es que hablaran de un tema en concreto, y si nos ponemos
un poco fríos, ¿no os parece que para lo único que vinieron al Celsius 232 fue a frivolizar sobre sus vidas? Tal vez sea
por cómo he sido educada pero yo no diría delante de un auditorio que me
encerraba en el baño del colegio a leer; la excusa típica que le sueltas a tu
madre cuando lees mucho por lo que se ve. Mucho menos confesaría con tal
levedad que he vivido “violencia doméstica”. No sé qué opinaréis vosotros pero
yo creo que cuando una persona habla con tanta facilidad de estas cosas una de
dos: o adorna mucho los hechos para ganarse a su público con sentimentalismo
barato o se inventa la mitad de lo que ha dicho, y lo peor, que él mismo se lo
cree. Y ojo, yo no crítico a alguien porque escriba sobre sus vivencias, de hecho
me parece un grato ejercicio de exorcizar demonios del pasado. Lo que yo
critico que se hable con tanta facilidad de algo que te ha marcado
inexorablemente. Al final sólo estás vendiendo tu vida privada, y más allá de
eso, vendes tu dolor. Por eso si alguien viene a acusarme de que yo no conozco
a estas personas como para ¿“criticarlas”? solo quiero que sepas bien que no
estoy juzgándolas por sus logros o carácter, aunque a una de ellas le haría
falta una buena dosis de humildad. Lo único que juzgué aquella hora fueron
palabras, y si su discurso me pareció falaz, procapitalista y ajeno a la
temática del Celsius 232 (2016) estoy en todo mi derecho de decirlo, pienso yo.
Hay espacios más adecuados para eventos así, me pareció una hora perdida que se
podría haber invertido en una charla más acorde con la temática del festival. A
mí no me hubiese importado oír a David Mitchell una hora y cincuenta minutos con esa voz tan dulce
que tiene. Lo digo seriamente.
Y ahora sí, paso de malos rollos, y voy a centrarme en lo que más
disfruté de este festival. ¿Sabéis estos escritores que tienes atrapados en un
espacio sideral y de los que no sabes nada—por no saber no sabes ni como son
físicamente— y luego te das cuenta de
que has estado durante mucho tiempo en un craso error? Pues yo con David
Mitchell. Cuando lo vi fue como
flechazo a primera vista. Me pareció que ese hombre irradiaba armonía y
estabilidad, y a la vez, una infinita melancolía, tristeza y soledad, como si
fuera consciente de que jamás podría alcanzar su tipo concreto de felicidad. Supongo que todos los artistas son un poco
así, entran en una espiral de deshumanización hasta que acaban preguntándose si
alguna vez fueron cercanos a ese congénere que no se pregunta nada, el que al
observar un microcosmos terrenal no solo desprecia esa belleza inerte sino que
se mofa de aquellos que pudieron vislumbrar una parte del misticismo de un
mundo que es como el mercurio en nuestras manos. Todas esos extraños
pensamientos se agolparon en mi mente rápidamente cuando vi a David Mitchell
acercarse a su mesa, tan frágil y sincero, y sentarse con infinita timidez en
la silla. Me atreví a saludarle, no sé por qué lo hice siendo como soy, y él
correspondió a nuestro grupo saludando muy alegremente. Empezó ese hermoso relato del cual no
detallaré mucho, pero que disfruté...de principio a fin. Solo grabé la mitad y cuando
alguien lo suba entero lo insertaré en esta entrada, no preocupasen. Cuando acabó la charla
estaba temblando por los efectos secundarios del relato y necesitaba con urgencia comprarme un libro de David
Mitchell. Esquivé el gentío del festival hasta que llegué a la
caseta de Bosque Mitago y les dije, casi gritando: “¿TENÉIS ALGO [LO QUE SEA, JODER] DE DAVID MITCHELL?”. La
dependienta le preguntó a la otra dependienta más joven: “¿Creo que ya no tenemos nada, no?”. Cuando iba a
contestar la más joven, la primera dependienta observo que le quedaba ¡UN! Relojes de hueso. Yo me puse a gritar en voz
baja dando saltitos sobando un libro que todavía no había pagado. Luego me salté una
cola kilométrica porque Mangri es un ninja en estas cosas—al menos yo siempre
lo encontraba en la primera parte de la cola y nunca teníamos que esperar
mucho. ¡¡¡Lo siento por los de detrás!!!!—, y llegó el momento de Mangri, que él—espero—os
detallará mejor en su entrada [que colgaré por aquí cuando la publique].
Después de un par de amigas tocó a mí que me firmara. Yo no sabía ya ni lo
que le decía, mi spaninglish se había
perdido como lágrimas en la lluvia y mi inglés de la Valencia profunda se había
largado a alguna playa del norte a disfrutar de las últimas horas en territorio
asturiano. Con este panorama tuve que entenderme con Mitchell mediante señas y
garabatos en un marcador.
[Cuando estas más bueno que el tocino entre pan]
Al final le di un abrazo a David Mitchell por los cincuenta minutos tan grandiosos que
había pasado oyendo su voz, su cercanía con todos, especialmente con Mangri, y por esa sonrisa tan bonita con
la que me dio a entender su agradecimiento por hacer cola y que me firmara su libro. Ahora
sé que mi Celsius 2016 “acabó” en cierta manera después de aquel abrazo a David
Mitchell, pues fue la culminación de la estabilidad que se dilató aquellos cinco días en los que estuve despierta en todos esos momentos que, ya os digo, no se perderán en mi memoria. Gracias por tanto a todos.
*Agradecimiento especial a Diego, intérprete de todos los autores
internacionales a cuyas charlas asistí (excepto Richard Morgan que se defendía
muy bien en español)*
Nos vemos.
Me encanta toda la emoción reflejada en cada evento al que fuiste. Tu sentimiento en algunas como la mesa redonda de "Ellas en la CF" y por supuesto en lo "del sábado" con los cuatros fantásticos... Es compartida con gran parte de los asistentes, sobretodo lo de la última jajaja
ResponderEliminarComo dices, son días que te enseñan a (toma nota de Sierra) todo te resvale... Porque ves eres una persona adorable y normal a la que la gente se acerca para conocer y hablar. En nuestro entorno en muchas ocasiones no les interesan nuestras movidas y ... En fin
Nos vemos el próximo año!
Este festival saca siempre lo mejor de mi, es cuando realmente descubro una parte de mi que creía que no existía. Ay... y es que Javier Sierra fue tan genial en su panel; me sorprendió muchísimo el nivel. Además sabe bastante de esoterismo, estuvo hablando bastante de El retorno de los brujos. Pues no, y me gustaría (por pedir, pido la Luna) que la gente de mi entorno fuera más abierta con mis gustos pero en fin, estas cosas con el tiempo dejas que un muro se interponga entre ellas y acabas alejando tanta toxicidad.
EliminarNos vemos, fue un placer conocerte!!
Me ha encantado leerla, me has levantado el animo tras estos días que ando arrastrado de tanto trabajar. Ojalá el Celsius no fuera solo una burbuja anual de seguridad y placer a todas horas. Ninja de las colas XDDDD Y de mi momento, me sale la lagrimilla cada vez que leo algo sobre ello, y lo has conseguido de nuevo sin explicar nada de ello, va a ser algo difícil de superar. Un abrazo^^
ResponderEliminarVaya horarios te ponen u______u espero que venga ya pronto una rachita buena y me alegro de que te haya levantado el ánimo. Ojalá, pero para mí solo son cinco días (este año) los que han sido esa burbuja de placer y seguridad xDDDDDD. ¡Es verdad! xDDD Yo es que siempre te veía de los primeros.
EliminarEsperate que el año que viene está Joe Hill y a lo mejor te regala el manuscrito de una de sus futuras novelas firmado. Mira, ahí si que ya lo FLIPARÍA.
Besitos cuqui.
Omaira, ¿me permites que te escriba? <3333333333333333333 xDD
ResponderEliminarSeré muy sincera —pues puedo serlo—. A medida que estaba leyendo tu MARAVILLOSA entrada, mi corazoncito emitía unos latidos MUUUUUUUY intensos. Aquí, en esta entrada, encontré dos cosas: A TI y TU ESCRITURA. ¡Magia! ¡¿Qué más puede pedir una lectora?! Aiiiis, Omaira. Me hallo llorando y deseando abrazarte. ¡Eres tan kasfkksfksdfjdskfj! Espero que se haya entendido. XD
Awww, por favor. Qué monaaaaaaaaaa. Me encantaron las fotografías que añadiste en esta entrada. La de Abercrombie. XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD Y, y, y ESPERA, el día VIEEEEEEEEERNES. Me fascina. «...el maravilloso pero breve panel que se le dedicó a Arena Roja de Gema Bonnín», JAJAJAJAJAJAJAJAJA Oh, me gustó mucho la charla de Javier Sierra e imaginaba que a ti te había enamorado. ¡Qué curioso lo de la foto donde Joe Hill aparece de alguna manera! Woooow.
Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Yo también relaciono sábado con Mangri. ¡Qué momento tan inolvidable! *___________* Jooooo, podría comentar muchas cosas. Opino lo mismo que tú sobre el evento «De la red al papel». u____u +1 para ti, Omaira. :)
La parte que escribiste sobre ÉL fue la más hermosa. Oh, me muero. Fangirleo contigo. *mano sobre el pecho* Awwwww. «Cuando estas más bueno que el tocino entre pan», o cuando Omaira es maravillosa. Siempre recordaré cómo corrías para comprar su libro, cómo llorabas, hablabas, amabas y abrazabas a David Mitchell. Siempre os recordaré, a ti, a Laura, a Mangri y a esas personas que conocí. Pero, sobre todo, os recordaré a vosotras porque llegué a quereros de una forma muy profunda y sincera.
Y me voy a buscar pañuelos. :)
Ay Diana, tus cuquicomentarios siempre me pueden :`). A ver voy a intentar no sonar sentimental pero es que TE COMO SIN GUARNICIÓN *ya está sonando sentimental*^.
Eliminar¿Te ha gustado la ironía que he empleado en mis palabras con Arena Roja? Madre mía, como vuelvan a traer esta chica para que suelte su falaz discursito feminista de clase media-alta y luego sea una racista de tres pares de ovarios, pues no sé; Diana, ves encendiendo el motosierra que hay cabezas que rebanar. Todavía recuerdo la charla de Javier Sierra y se me ponen los pelos de punta del cariño que supuró todo mi ser por sus palabras.
Qué momentos vivimos con David Mitchell todos, jaja. Estar contigo todo el viaje fue una experiencia maravillosa. Te quiero de compañera EN TODOS mis viajes a cualquier lugar, aunque sea al Mercadona. CONMIGO.
Bonica. Un besito.