Hace
ochenta y dos años un hombre acometía la tarea plasmar su presente
convencido de que no deseaba escribir sujeto a la misma visión crítica
que sus coetáneos. No tenía miedo a la autoridad, y menos aún de aquellos que descubrieran entre líneas sus opiniones respecto a
un mundo convulso. Tan sólo temía y al mismo tiempo ansiaba una
cosa: que su visión del Universo fuera el tramo final para acariciar
los límites de la comprensión humana. Un viaje que había iniciado años
antes un tarde de verano, agazapado entre las rocas, mientras
observaba el comportamiento de una colonia focas en la isla de
Anglesey.
“Yo siempre había supuesto que el hombre era un ser único. Había sido producido por una conjunción de circunstancias increíblemente complejas, y no podía pensarse que esas circunstancias se repitieran en cualquier punto del Universo”. Pág 37.
Casi
un siglo después Stapledon sigue estando presente en cualquier obra
de ciencia ficción, bien de forma directa o indirecta. Durante los
años treinta Stapledon logró en diversas ocasiones asombrar con sus
obras a un gran grupo lectores y autores de renombre entre cuyas
filas encontramos a H. G. Wells, Arthur Clarke, Stanislaw Lem y la
mismísima Virginia Woolf, quien le remitió estas
palabras tras finalizar Hacedor
de Estrellas: “A veces me ha parecido que usted ha captado ideas que yo he tratado de
expresar, de forma mucho más difusa, en mi obra. Pero usted ha
llegado mucho más lejos, y a mí sólo me queda envidiarle, como se
envidia a aquellos que ya han alcanzado aquello a lo que una
aspira”. Stapledon es la sombra de los padres de la
ciencia ficción moderna, pero sobre todo la mente humana más
despierta de todo el siglo XX. Aunque intenten que le olvidemos, y
con especial ahínco en España, no es solo el autor de un puñado de
novelas, relatos y ensayos con alta conciencia social y espiritual,
ni es uno más entre la maraña de escritores británicos influidos
por las novelas británicas y no tan británicas del scientific
romance (romance científico o novela científica en España).
Stapledon logró encender el deseo de saber en un terreno donde la
ciencia solo había dado sus primeros pasos, y la estela que trazó sobre la
ciencia ficción hard y la new wave es
inconmensurable; moldeó la narrativa a su gusto sin olvidar a jamás
a sus influencias, y con Hacedor de Estrellas trascendió
las barreras de la la literatura, uniendo la parte más sentimental
de la especie humana con el cosmos, nos sin antes advertirnos de
que si olvidábamos de donde procedíamos y quiénes éramos jamás
entenderíamos absolutamente nada del inmenso y finito reloj de
cuerda en el que nuestra especie permanecerá cautiva para siempre.
Fue un visionario, un hombre dulce de su familia y sencillo. Estoy
muy orgullosa de él por todo que logró en vida y por todo lo que
sigue aportando a una minoría de lectores de este siglo.
Hacedor
de Estrellas narra los viajes de un un inglés de clase
media-baja por distintos planetas más allá del Sistema Solar, una
premisa arquetípica sobre la que muchos autores han escrito relatos,
novelas y sagas, tanto anteriores como posteriores a la obra, pero al contrario que en estas obras de
aventuras en el espacio más bien blandas,
Stapledon abandona la línea usual de la space opera para
lanzarnos a una historia de observación y reflexión a
través de doscientas ochenta y cuatro páginas mediante el viaje
incorpóreo de nuestro protagonista.
Individuo,
telepatía y mentes 💫
El
medio por el que Stapledon desglosa la historia de nuestro Universo,
el vuelo incorpóreo interestelar, no es en el menor de los casos una
herramienta sacada de la chistera. A lo largo del ensayo incide
varias veces en este recurso mediante los sentimientos y sensaciones
del inglés, es decir, que lejos de quedar como un recurso meramente anecdótico para
contar una historia es un elemento que gana
con las páginas más relevancia en la trama.
“El deporte del vuelo incorpóreo entre las estrellas ha de ser seguramente el más estimulante de todos los ejercicios atléticos. No dejaba de tener sus peligros, pero éstos, como descubrimos pronto, eran psicológicos, no físicos […]. Los peligros psicológicos del deporte eran en cambio graves. Pronto descubrimos que el desánimo, la fatiga mental, el temor, todo tendía a reducir nuestros poderes de movimiento. Más de una vez nos encontramos inmóviles en el espacio, como un buque abandonado en medio del mar. […].Un peligro aún más grave, pero que sólo nos atrapó una vez, era el de un conflicto mental”. Pág 73-74.
Tras
el conflicto mental que establece el protagonista con otro ser de un
planeta lejano que llega a la misma anulación física que él, ambos
comprenden mejor sus respectivas «nuevas naturalezas». Así
Stapledon nos anuncia el inicio de una progresiva evolución en la
capacidad de asimilación y comprensión de todo lo vasto y hermoso
que les rodea más allá de la bóveda estrellada de la Otra Tierra.
“En verdad, en algún sentido que no puedo describir con precisión, nuestra unión mental resultó en la aparición de una tercera mente, intermitente aún, pero de una conciencia mucho más sutil que la de cualquiera de los dos en estado normal. Cada uno de nosotros, o mejor dicho los dos juntos, «despertábamos» de cuando en cuando para ser este espíritu superior”. Pág 77.
A
través del conflicto mental y la aparición de una tercera mente
colectiva que más tarde Stapledon denominará mente
comunal, «los protagonistas» comprenden que la telepatía
y la perfecta unión de las mentes es el medio idóneo para llegar a
alcanzar ese «espíritu superior» que sea capaz de
comprende civilizaciones de la galaxia que se hallan por encima de la
escala «humana». En el viaje que realizan el inglés y el
filósofo Bvalltu del Otro Mundo se les unen decenas de nuevos
observadores sujetos a misma escala psíquica humana. Lo que me
interesa que entendáis es que los viajes incorpóreos y la mente
comunal son, además de que son un medio perfecto para contar una
historia maravillosa, también constituyen una herramienta que
Stapledon emplea para introducir su filosofía respecto al individuo,
como un ser único y, al mismo tiempo, la pieza de un complejo
engranaje.
Pero
antes de explicar y dar mi opinión sobre este punto de la narración
es conveniente hacer un inciso para dar cuerpo brevemente el
pensamiento filosófico del autor. Como un hombre culto y abierto de
mente, hasta el punto de tener asimilados ciertos conceptos en cuanto
al respeto de la igualdad racial y de la mujer mejor que
muchos...caballeros del siglo XXI, Stapledon fue ávido lector
de Marx,
Hegel y Spinoza, fue un socialista declarado que, al contrario que
la mayoría de la sociedad de la época que apoyaba esta vertiente
política estaba totalmente en contra de que el socialismo
se abriera paso mediante la fuerza física y la violencia. Abogaba
por un cambio en poder político de forma gradual con una revolución
del pensamiento general de la sociedad. Básicamente Olaf Stapledon
era un socialista pacifista británico, que filosóficamente
consideraba el existencialismo como la única corriente de
pensamiento inherente a él, y por eso encontraremos en Hacedor
de Estrellas ideas de índole socialista, pero es tremendamente crítico con ellas. De hecho en su prólogo ya advierte al
lector: “He corrido el riesgo de oír atronadoras protestas de
la derecha y la izquierda, y he utilizado ocasionalmente ciertas
ideas religiosas...”.
Aunque
el autor crea que única posibilidad de que el ser humano evolucione
es uniéndose a una comunidad de individuos que cooperen y pongan los
mismos esfuerzos en comprender complejos mecanismos del Universo y
sus pobladores, jamás niega que haya que tener presente el hecho de
que cada individuo ha de reconocerse a si mismo como una criatura
única e irrepetible, dueña de todos sus actos y ser pensante.
“No debe suponerse que esta rara comunidad mental borrara las personalidades de los exploradores individuales. […] Pero no encuentro otro modo de expresar el hecho vívidamente recordado de que yo era al mismo tiempo miembro particular de una comunidad y dueño de la experiencia conjunta de esa comunidad […]. Aunque se nos podía aplicar el pronombre «yo» a todos colectivamente, el pronombre «nosotros» también nos era adecuado”. Pág 146-147.
Aquí
es donde, supongo, tiene lugar el conflicto para los lectores más
reflexivos y activos a abrir debate. Como vosotros, yo también me
pregunté si es posible que ambos pensamientos puedan darse en un un
punto indeterminado de nuestra galaxia entre viajeros incorpóreos, y
lo que es más, que en el futuro sea posible la organización social
en una especie que esté intelectualmente por encima del homo
sapiens. Tras unos días de reflexión he llegado a la conclusión de
que sí. Es cierto, es complicado teniendo en cuenta lo belicosos que
somos los humanos, y lo fácil que sería caer en una guerra que
diezmara nuestra especie porque no podríamos mantener nuestra
conciencia individual sin anular la colectiva, y viceversa. Todavía
estamos muy cerca de la inconsciente naturaleza animal,
gran parte de los impulsos y decisiones que tomamos durante nuestra
vida son los residuos genéticos que nuestro antepasado común con
ellos nos ha legado y que nos incapacita para avanzar. Pero yo creo,
y tengo esperanza, que el ser humano dentro de un par de siglos
aprenderá a anular la violencia y otros aspectos animales ligados a
la conducta para lograr así el acceso a otros niveles de
conocimiento y cultura. La reproducción de la especie humana no la
voy a tratar como si fuera algo animal que nos impidiera evolucionar,
pues eso sería ilógico, pero si que opino que en el
cortejo hay implícitas conductas que tildaría de animales,
machistas y repulsivas, ¿ y cómo eliminarlas? Da la casualidad de
que el feminismo que tanto odiáis pretende eliminar gran parte de
ellas aunque, como Stapledon, no estoy a favor
de que se deban aniquilar estas conductas con el empleo de la
violencia. Ahora mismo el ser humano se encuentra en una fase
de prueba-error-aprendizaje, y aunque su velocidad de aprendizaje es extremadamente lenta, solo el tiempo dirá si un vinculo de este
calibre será posible en la sociedad humana.
“Cada uno de nosotros experimentaba el todo como si se encontrara en una verdadera comunidad, con personas unidas por lazos de afecto y mutuo juicio crítico, tal como ocurría, por ejemplo, entre Bvalltu y yo. Sin embargo, en otro plano de experiencia, el plano de la imaginación y el pensamiento creadores, la atención comunal podía desprenderse de este tejido de relaciones personales, y ocuparse únicamente en el problema de la exploración del cosmos. Podría decirse, aunque no sería enteramente cierto, que éramos criaturas distintas en el amor, e idénticas en el conocimiento, la sabiduría y los sentimientos de reverencia”. Pág 148. [Precioso].
Uno
de los mayores atractivos de Hacedor de Estrellas es la
desbordante imaginación e inteligencia de la que Stapledon dota a
sus sociedades, y la razón de que se parezcan tanto a nuestra
sociedad en la base social y cultural está debidamente justificado.
Coincido con Stapledon en que existen muchas posibilidades de que la vida basada en el carbono (CHON o
CHONPS) que ha evolucionado bajo condiciones similares a la Tierra recorrerá un camino similar al de la
especies que pueblan nuestro planeta. Ningún ser humano nace poseyendo lecciones avanzadas
de álgebra o física, ¿por qué creemos que sí pueden existir
especies alienígenas que hayan saltado miles de años
de prueba-error porque...sí? No quiero caer en un excesivo
antropocentrismo de la especie humana, del que tan lejos se
halla Hacedor de Estrellas, simplemente señalo el hecho de que
es ilógico subir a un tercero sin pasar por la primera y la segunda
planta.
“Como mi propia especie, nunca despertaban totalmente del sueño primigenio de lo subhumano. Sólo unos pocos aquí y allí, y de vez en cuando, eran consolados, estimulados, o torturados por instantes de verdadero despertar”. Pág 83.
Como
he apuntado antes, estas criaturas recorrerán un camino similar, que
no igual, lo que significa que físicamente nuestros vecinos
galácticos no tienen por qué ser anatomicamente antropomorfos. En función de las
adaptaciones fisiológicas que precise el medio en el que sobreviven su estructura física será distinta, y los convencionalismos sociales tampoco han de ser los mismos a pesar de
que, y aquí si que tenéis todo el derecho de disentir, creo que los pilares son los mismos que los de la única especie que conozco con una consciencia mayor del mundo que se halla más allá de su zona de confort y supervivencia, es decir, la especie humana. Por ejemplo, uno de los
primeros planetas con una inteligencia al mismo nivel que la humana que el inglés visita es esencialmente marítimo. Allí reside una
especie de «peces» llamados por el narrador «ictioideos» que
conviven en simbiosis con criaturas similares a crustáceos
llamadas «aracnoides». La relación tan íntima que se establece
entre las dos especies llega al punto de que las crías son cuidadas
por la madre y por un “padre” de la otra especie; si la madre es
ictoidea, el “padre” es aracnoide; si la madre es aracnoide, el
“padre” es ictoideo. Este concepto de familia para un ser humano
actualmente no es extraño, pero hace ochenta y dos años que mujer
se uniera a otro hombre teniendo hijos de otro estaba sujeto, cuanto
menos, a la critica. Sin embargo, en el planeta de los simbióticos
este tipo de organización familiar es lo más usual durante miles de años, para ellos lo extraño en ese
periodo sería que una aracnoide rechazara la simbiosis para estar
con otro de su especie y este, a su vez, tendría que rechazarla
también. Como veis aunque el concepto «familia» difiere del humano sigue estando presente, de una forma u otra.
Jugar con los convencionalismos sociales es algo usual en Stapledon durante el ensayo, y en nuestra época no puede parecer gran cosa pero
a una persona aficionada al género de los años treinta seguro que
se quedó con la boca abierta más de una vez. Stapledon sabe buscar
las herramientas para que el lector se implique en la lectura y
piense, otra cosa es que este ni siquiera pretenda que sus neuronas
trabajen. En el plano filosófico hay una raza de equinodermos
parecidos fisiologicamente a los Antiguos (Elder Ones) de H. P.
Lovecraft descritos En las montañas de la locura que tenemos la
teoría de que deben ser los primos del sur de los hombres
equinodermos.... No, ahora en serio, los hombres equinodermos son la
perfecta exaltación de los valores del individuo, y la especie en la
que Stapledon deja entrever su existencialismo filosófico.
“Mientras en nuestro mundo los hombres sueñan una utopía de amor universal, los «equinodermos» exaltaban el anhelo religioso de «ser uno mismo», sin capitular ante la tribu. Así como nosotros compensamos nuestro egoísmo inveterado venerando religiosamente la comunidad, así esta raza compensaba su inveterada inclinación al rebaño con una religiosa veneración del individuo”. Pág 91. [¿Para cuando dices que nos vamos a este planeta?].
No
satisfecho tratando ampliamente temas tan importantes la vida, la
familia y las relaciones interpersonales a través de sus
civilizaciones, Stapledon reflexiona también sobre la religión, la
tecnología y la industrialización, y lo que estas tres pueden llegar
a dañar los cimientos del individuo y la sociedad...una historia que
a mi me suena bastante.
“Quizá el ejemplo más notable de la extravagancia de los Otros Hombres era la parte que desempeñaba la religión en las comunidades más avanzadas. La religión era un poder mucho más fuerte que en mi propio planeta; y las enseñanzas religiosas de los profetas antiguos eran capaces de colmar de fervor hasta mi extraño y perezoso corazón. Sin embargo, la religión tal como la veía yo en aquella sociedad contemporánea, no era muy edificante”. Pág 55.
Este extenso capítulo del ensayo de Stapledon deja clara tanto su opinión respecto a la
religión como hacia el tema de la vida extraterrestr: una especie alienígena basada en el carbono sujeta a
condiciones climáticas semejantes a la Tierra que evolucione seguirá un camino
similar al nuestro al construir una civilización. En la especie
de Bvalltu el sentido del gusto está más desarrollado que en la
especie humana y la religión ofrece un sabor imposible de alcanzar
procurando al gusto otro tipo de sustancias, es como decidir entre
echar a la sopa el zumo de un limón recién cogido del limonero o
extracto de limón. Algo tan sencillo a simple vista y que no nos
diferencia tanto de ellos puede significar en realidad el
nacimiento de una diversidad de pensamiento diametralmente opuesta a
la humana, pero ni mejor ni peor. Para mi creer en un ser por encima
de ti, un Dios, es un hecho universal que se dará en toda especie
que llegue a una escala de consciencia como la nuestra hasta que finalmente trascienda esa barrera cuando su nivel de consciencia e inteligencia haya alcanzado cotas más altas. Y puede que sus
mandamientos en vez de promulgar el “no matarás” digan que lo
que está bien es matar, pero la universalidad de la religión
seguirá estando presente en dicha afirmación.
“La ciencia y la industria habían desencadenado una de esas extremas y repentinas revoluciones ideológicas que eran tan características de los Otros Hombres. Fueron destruidas casi todas las iglesias o transformadas en fábricas temporarias o museos industriales […].Nació una fundación espiritista dedicada al estudio de la ciencia natural. Se resantificaron las viejas iglesias, y aparecieron muchos nuevos edificios religiosos, que pronto fueron tan numerosos como los cinematógrafos en la Tierra”. Pág 57. [Cambiamos cabeza de turco pero el verdugo sigue siendo el mismo. ¡Vaya!, esto me suena a siglo...XXI].
“El comunismo, mientras tanto, mantenía sus convenciones antirreligiosas; pero en los dos grandes países comunistas la «irreligión», oficialmente organizada, no se diferenciaba mucho de cualquier religión, excepto en el nombre. Tenía sus instituciones, su sacerdocio, su ritual, su moralidad, su sistema de absolución, sus doctrinas metafísicas, que aunque devotamente materialistas no eran menos supersticiosas. Y el sabor de la divinidad había sido reemplazado por el sabor del proletario” Pág 57. [¿Os pica, verdad? Pues yo solo pude aplaudir cuando leí esto].
En
cuanto a la tecnología, Stapledon se muestra reticente y crítico, y
no es para menos. Seguramente se hubiese horrorizado al
ver este siglo donde todos, incluyéndome a mi, dependemos en mayor o
menor medida de ella para gritar al mundo que somos válidos. Para mi la
tecnología es un arma de doble filo que ha logrado mejorar nuestro
tren de vida y salva a millones de personas cada día en Occidente de muchas maneras distintas, pero también ha colaborado en el hecho de que seamos más infelices en algunos aspectos, que las
expectativas en nosotros mismos y en el mundo sean más altas y que
la ansiedad y la depresión sean un problema de primer orden en
Occidente. Por no decir que la tecnología está matando a gente más
allá de nuestro corrupto jardín del Edén.
Por
otro lado, la guerra está muy presente en Hacedor de
Estrellas hasta el punto de ser uno de los ejes centrales de un
par de capítulos. De nuevo debo hacer un inciso para comentar al
lector que Stapledon, como antes ya he señalado, era un pacifista
confeso que estaba en contra de cualquier tipo de violencia. Su deseo
de paz estuvo presente hasta en los momentos más cruciales, y
durante la Primera Guerra Mundial llevó una ambulancia de la Cruz
Roja porque se negó a tocar un arma para luchar contra el «enemigo».
“Todos y cada uno aspiraban a la bendición de una verdadera comunidad, y muy pocos, más pocos aquí quizá que en mi propio mundo, alcanzaban a percibir apenas su evanescente aroma. Aullaban con la manada y cazaban con la manada. Morían de hambre, tanto física como mentalmente. Se disputaban a gritos la presa y se hacían pedazos. A veces uno de ellos hacía una pausa y se preguntaba qué sentido tenía todo aquello; y seguía una guerra mundial, pero nadie daba una respuesta. De pronto se sentían viejos y acabados. Entonces, luego de haber vivido una existencia que era un instante imperceptible del tiempo cósmico, desaparecían”. Pág 42.
Algunos
mundos de nuestra galaxia que se encuentran por encima de la
consciencia humana cayeron en una especie de locura que Stapledon
denomina «perversión». En este punto del tiempo planetas
con sociedades «despiertas» han conseguido poder salir al espacio y viajar a la mitad de la velocidad de la luz, pero la tecnología, como arma de doble filo, provocó que estos mundos empezaran a establecer imperios culturales y religiosos,
imponiendo sus dogmas, sus leyes y sus costumbres. Stapledon no solo
hace una critica brutal a la Primera Guerra Mundial en el apartado
de «Luchas
Intermundanas», además carga contra el colonialismo
británico del siglo XIX sin disimulo.
“Cuando uno de estos mundos enloquecidos se encontraba con un mundo cuerdo, expresaba sinceramente la más razonable y amable de las intenciones: organizar un intercambio cultural y quizá cierta cooperación económica. Poco a poco se iba así ganando el respeto del otro por su simpatía, su espléndido orden social, y sus dinámicos impulsos. Para cada uno de los mundos el otro era un noble instrumento del espíritu, aunque quizá algo extraño y en parte incomprensible. Pero poco a poco el mundo normal empezaba a entender que en la cultura del mundo enloquecido había ciertas intuiciones en apariencia profundas y sutiles, pero en verdad completamente falsas, y crueles; agresivas y hostiles para la vida del espíritu, y que eran a la vez los principios dominantes en las relaciones internacionales de ese mundo. El mundo enloquecido, por su parte, llegaba penosamente a la conclusión que, al fin y al cabo, en el otro había una grave carencia, que no era sensible a los más altos valores y a las virtudes más heroicas, y que en verdad la corrupción había atacado allí la raíz misma de la vida, y que para bien del mismo mundo esa vida tenía que ser cambiada, o si no destruida. Así cada uno de los mundos, aunque movidos por el respeto y el afecto, condenaba tristemente al otro. Pero el mundo enloquecido no se contentaba con dejar así las cosas. Al fin se decidía a atacar y lo hacía con un fervor sagrado, ansioso por destruir la perniciosa cultura del otro y aun exterminar su población”. Pág 167.
“Pasó el tiempo y aparecieron grandes imperios rivales de los mundos enloquecidos; todos proclamaban ser los mensajeros de una divina misión: unificar y despertar la totalidad de la Galaxia. Poco había que elegir entre las ideologías de estos imperios; sin embargo, cada uno de ellos se oponía al otro con un fervor religioso. Los imperios germinaban en regiones muy apartadas y poco les costaba dominar los mundos subutópicos cercanos. Así iban extendiéndose de un sistema planetario a otro, hasta que al fin un imperio se ponía en contacto con otro imperio”. Pág 170. [¿Esto no os suena a la Segunda Guerra Mundial?].
“En una fase posterior y quizá más terrible de la vida de la Galaxia tuve que recordar obligadamente el estado de aturdimiento y de ansiedad que yo había conocido en la Tierra. Poco a poco toda la Galaxia, de noventa mil años luz de diámetro, con más de treinta mil millones de estrellas, y (en esta época) con más de cien mil sistemas planetarios y miles de razas inteligentes, fue paralizada por el miedo a la guerra, y torturada periódicamente por nuevos conflictos”. Pág 171 .[¿No os parece que aquí Stapledon habla sobre la Guerra Fría?].
De una manera fortuita Stapledon adelantó el futuro de la especie humana en Hacedor de Estrellas. No puedo imaginarme
lo horrible que tuvo que ser ver su mundo caer de nuevo bajo las
armas que él mismo había anunciado dos años antes.
Estrellas
Vivas y el Hacedor de Estrellas 💫
La
parte que más me fascinó de toda la novela fue en la que el inglés
flota en la inmensidad del espacio, observando Saturno y, más tarde,
extraños sistemas planetarios lejanos a la Tierra mientras su cuerpo
incorpóreo es atravesado por millones de pequeños asteroides. Estas
partes de la novela, tan minuciosamente detalladas y dotadas de tanta
pasión, me arrancaron más de una vez una sonrisa e hicieron
reflexionara en los seres humanos, en mi...y en los que ya no están
y amaron el cosmos. Stapledon transmite lo que debe sentir un amante
del cosmos al morir y despertar solo, completamente solo en la
inmensidad del espacio. No voy a poner fragmentos de esto porque creo
que es una experiencia que cada lector debe experimentar con todo el
conjunto, pero ya digo que no dejan indiferente.
Y
antes de hablar de la presencia más importante del libro necesito
dejar claro que no esperaba que Stapledon se tomara en serio que las
estrellas son seres vivos. Sé que en el siglo XXI no hay gente que
diga a la ligera esto aunque lo crea firmemente, pero para mi las
estrellas son los seres vivos más complejos e indómitos del
universo después de los agujeros negros (de los que Stapledon
también habla en el ensayo). Mi fascinación por estas esferas
luminosas reside exactamente en el mismo lugar que mi miedo hacia
ellas, pues no hay nada que yo pueda amar sin temerlo al mismo
tiempo. Y Stapledon, con su prosa, con su cariño, con su pasión
científica, nos hace vivas descripciones de estas vidas que parecen
mantenerse en una especie de duermevela con interrumpidos y menudos
cambios en su interior a lo largo de su longeva existencia; para el criterio del
insignificante ser humano solo son seres que nacen, envejecen y
mueren, sin dejar nada atrás pero las estrellas nos han dejado a
nosotros, y serán ellas las que aniquilen cualquier vestigio de vida
en nuestra galaxia. El apartado dedicado a las estrellas no niego que
es complejo si el lector no está familiarizado con el género y un
mínimo de astronomía, pero si siente algo de interés hacia estos
cuerpos encontrará las palabras de Stapledon milagrosas,
vivificantes y tremendamente familiares.
“La vida de una estrella individual es no sólo una vida de movimiento físico. Es también indudablemente, en muchos sentidos, una vida cultural y espiritual. De alguna manera cada estrella descubre en la presencia de las otras estrellas seres conscientes. Este mutuo conocimiento es probablemente intuitivo y telepático, aunque debe de fundarse también en inferencias y observaciones. De la relación psicológica de unas estrellas con otras emerge todo un orden de experiencias sociales tan ajenas a los mundos inteligentes que casi nada puede decirse de él”. Pág 213.
“Sería, sin embargo, un error atribuir a las estrellas sentimientos de afecto y camaradería en un sentido humano. Aun atribuirles pensamientos o deseos de cualquier especie sería quizá algo groseramente antropomórfico”. Pág 214.
¿Pero
quién es el Hacedor de toda esta obra? ¿Qué ser es capaz de crear
tanta vida y despreciarla al mismo tiempo? Bueno, no debo ser yo
quien lo diga, pero sí reafirmaré que la presencia del Hacedor es
una constante en la novela que el inglés califica de Odio, Amor,
Poder...una decena de desinencias pero ninguna la adecuada. El
Hacedor es el encargado de dotar a la narración del misticismo
necesario para rematar una obra ambiciosa, sí, y lograda.
“Yo que también había sido adorado por muchos de mis pequeños miembros, yo que me había alzado por encima de los sueños de mis criaturas, me sentía ahora oprimido, abrumado por mi propia pequeñez y mi propia imperfección. Pues la velada presencia del Hacedor de Estrellas ya estaba dominándome con su tremendo poder”. Pág 232.
Sin
embargo siento que muchos pensaréis que un ensayo de corte
científico de pronto se transforma en una
parrafada mística sin sentido, y no es así. Es cierto que el tono
del ensayo vira hacia un terreno que al principio sorprende, y más
teniendo en cuenta su complejidad, pero no creo que sea inadecuado
sino más bien necesario. El Hacedor es lo que el inglés busca desde
la primera página, es la promesa por la cual se lanza a una
aventura a través de miles de millones de años luz.
Creo,
y lo digo de todo corazón, que «ver» al Hacedor fue una
de las experiencias más fascinantes de mi vida. No sé como lo
hace William pero de verdad que es imposible describir con palabras
exactas la sensación de tener a un ser tan superior dentro de ti. El
Hacedor no es el Dios que tenemos en la cabeza, pues no es ni menos
ni más digno de veneración que cualquier dios hayamos creado
nosotros; simplemente, como la Vida o el Tiempo, es algo está ahí. Y no es ni digno ni indigno de amor u odio, es y estará ahí hasta el fin de todo.
Y sólo me queda decir una cosa: ¿Cuánto pensáis que tiene de ficción este ensayo? Como Mulder de Expediente X yo también quiero creer, y sé que más de la mitad de las teorías de este ensayo son ciertas aunque no se puedan demostrar. Puede que no haya hacedor de nada, puede que las estrellas no sean jamás aceptadas por seres vivos y seguramente ningún inglés de clase media llegará nunca a hacer un viaje así, pero quiero creer y en este momento lo hago.
Y sólo me queda decir una cosa: ¿Cuánto pensáis que tiene de ficción este ensayo? Como Mulder de Expediente X yo también quiero creer, y sé que más de la mitad de las teorías de este ensayo son ciertas aunque no se puedan demostrar. Puede que no haya hacedor de nada, puede que las estrellas no sean jamás aceptadas por seres vivos y seguramente ningún inglés de clase media llegará nunca a hacer un viaje así, pero quiero creer y en este momento lo hago.
“Amar es querer la realización personal del bien amado, y descubrir, en la misma actividad de amar, un acrecentamiento del yo, incidental, pero vitalizador. Por otra parte, ser fiel a uno mismo, hasta la total potencialidad del yo, implica el acto de amar. Exige la disciplina del ser privado, en beneficio del ser mayor que abarca la comunidad entera y la realización del espíritu de la raza”. Pág 90.
Desgraciadamente
no acabaré esta reseña sin recalcar el injusto tratamiento de las
obras de Stapledon en este país, pues están permitiendo que cada
una de ellas sea descatalogada, y actualmente, a excepción
de Hacedor de Estrellas, el resto de sus obras ya no las podemos
encontrar más que de segunda mano en ediciones que tienen cerca de
cuarenta años. Espero que algún día la editorial encargada de
Stapledon en España y Latinoamerica recapacite y reedite a esta gran
figura de la ciencia ficción como se merece.
Y
eso es todo lo que puedo decir respecto a este inemporal
clásico, Hacedor de Estrellas.
Nos vemos💜.
En serio Omaira, con cada reseña o entrada haces que me vuele la cabeza, que maravillas y currazo de entradas. Lo mejor de caso es que en este caso la lectura me interesa muchísimo, primero por que no lo conocía, segundo por que ahora veo ciertas referencias en la ciencia ficción que antes no conocía y tercero por que tengo que leer este libro. Un ensayo filosófico sobre la vida, el universo y muchos más temas. Un abrazo^^
ResponderEliminarQué maravilla Omaira, tus reseñas son tan completas, tan bien redactadas y siempre me atrapan y crean la necesidad de yo también leer el libro del que hablas.
ResponderEliminarNo he leído nunca libros de este tipo aunque el tema del cosmos, las estrellas, etc., es algo que me llama mucho la atención pero debo admitir que no me he tomado el tiempo de investigar literatura de ese tipo, así que gracias por descubrirme éste porque siento que me gustaría, además todos esos fragmentos que colocaste me encantaron, especialmente el último. Y que terrible son también los que transmiten los desastres de nuestro mundo D:
Un placer leerte, besitos <3