El cuento de la criada de Margaret Atwood fue una de mis mejores lecturas de 2015, y a día de hoy sigue constituyendo una de mis novelas favoritas. Por aquel entonces resultaba poco probable que se hiciera una adaptación a la gran pantalla, porque de hecho ya había una. Sin embargo, en este mundo a veces acontece alguna serendipia, y a finales de 2016 nos dieron la maravillosa noticia de que habría serie de dos novelas de la señora Atwood: El cuento de la criada y Alias Grace. Ante esta perspectiva, y conociéndome, fui cautelosa y me mantuve alejada de cualquier noticia o avance (a excepción del tráiler final) de la adaptación de El cuento de la criada. En incontables ocasiones me ha sucedido que por ir con exacerbada ilusión a ver una obra producida en este siglo he acabado cayendo en una sensación de decepción, y no quería que éste fuera el caso.
Así
que llegamos a la noche del 26 de abril, en la que caliento la pizza
de jamón york y queso en el microondas y me dispongo a cenar
mientras veo el primer capítulo de El cuento de la criada con
mi compañero. Francamente, estaba nerviosa. No porque no confiara en
el elenco, sino porque no sabía muy bien si estaba capacitada para
ver la traslación de ciertas imágenes del libro a la pequeña
pantalla. Aquello ya no iban a ser escenas sugeridas por mi imaginación
mientras leía, moldeables para que el impacto
fuera menor. Ahora debía enfrentarme con una versión de la novela
que no era la mía, ni la original de la autora. Era la adaptación
de Margaret Atwood, Reed Morano, Bruce Miller e Ilene Chaiken. La
serie tenía un poder sensitivo sobre mi que no podía controlar ni
evitar; las emociones se desbordaban por doquier.
Para
aquellos que se hayan aventurado a averiguar mis primeras impresiones
sin temor a conocer información por anticipado porque no saben
mucho de qué trata la novela o la serie, voy a hacer una breve
sinopsis sin destripar nada relevante de la trama. Más abajo hablaré
de cada capítulo largo y tendido sin cortarme un pelo.
En
un futuro inmediato, Estados Unidos ha caído bajo una dictadura facista fundamentalista cristiana que retorna, hasta cierto punto, a
los valores puritanos más tradicionales. La sociedad ha quedado
dividida, y podemos distinguir en ella dos grandes grupos: amos y siervos. Por una parte está la élite del país, los
Comandantes, principales ejecutores de los poderes políticos y controlar la economía. Pero para que estos hombres blancos puedan
mantener ese rango en la sociedad hay detrás toda una organización
jerarquizada por ellos mismos, donde podemos distinguir cuatro clases sociales: Esposas, Obreros, Marthas y Criadas. Las Esposas cumplen la función de regir el hogar, el resto de sus obligaciones son
cuasi decorativas; los obreros trabajan para los Comandantes, sin
posibilidad de renunciar al puesto que se les ha asignado; las
Marthas son las encargadas de las tareas domésticas más laboriosas,
como limpiar y cocinar; y por último las Criadas, cuya función es dar
a luz a los hijos de los Comandantes que estén casados con una
esposa estéril. Defred, el personaje principal, es una de esas
Criadas. Desde hace dos años vive con uno de los Comandantes más
influyentes del país, y a través de los episodios echaremos un
vistazo a su vida antes y después de la implantación del régimen totalitario.
La
historia comienza de forma sugerente mediante la persecución de una
familia. No sabemos por qué está sucediendo todo aquello, y por
eso centramos nuestra atención en lo que acontece. Es usual el
empleo de esta técnica para mantener la atención del espectador
desde un primer momento, así que durante el segundo revisionado me
fije más en otros elementos que me gusta desentrañar a posteriori.
Uno de ellos es el empleo de ciertos aspectos ajenos a la
interpretación de los actores para darnos una intuición de
lo que está sucediendo o puede suceder; en otras palabras, me centro en el escenario.
Nada en esta serie está colocado de una determinada manera porque
sí, que eso os quede claro. Massachusetts, lugar en el que se
desarrolla toda la serie (y el libro) es una zona poblada de verdura
fruto de su maravilloso clima atlántico. Y, sin embargo, el bosque
nos muestra su desnudez invernal, ¡qué extraño! Árboles secos, el suelo bañado
por hojas muertas y la ausencia total de vida animal. Todos estos
elementos forman parte de la atmósfera que se pretende recrear, pero
la tensión impresa el silencio pardo y la tristeza que desprenden
los colores elegidos dotan a la escena de sensaciones fácilmente
perceptibles para el espectador, y no sabéis hasta que punto esto es
complejo de lograr esto en cualquier producto visual (o sí, los que estáis en el gremio). Los personajes
y el escenario son armónicos porque los primeros transmiten sus
sentimientos valiéndose de ese escenario como proyector. En un
libro tan introspectivo como es El cuento de la criada me
parece obligatorio que la interacción del entorno con los
personajes sea armónica, y la serie mima bastante la escenografía
porque han cavilado esa posiblidad que yo convierto en una obligación en una historia de este calibre. La armonicidad entorno-personajes vuelve a ser
perfecta en las escenas más relevantes de la trama, como dentro la
casa del Comandante Waterford, a la que Defred es asignada como
Criada, e incluso cuando Defred y Deglen pasean hasta el
supermercado, y de vuelta a casa cerca del río. El clima ayuda en
gran medida a definir el estado de ánimo de los personajes en una
escena, que también es una técnica bastante empleada en el cine.
Pero tanto dentro de la casa de Waterford como en las calles residenciales de
Cambridge (Massachusetts) hay toda una paleta de colores fríos y oscuros cuya
interacción con los personajes es perfecta. Además el efecto que
causa se acentúa mucho más gracias a los claroscuros, como los que
abundan por los pasillos y habitaciones de la casa del Comandante, o
bien gracias a las sombras generadas por las arboledas de las zonas
residenciales. Cerca del río, donde más información sobre sus
vidas pasadas comparten Defred y Deglen, predomina la luz, que puede
contener cierta ambigüedad. La verdad se presenta “al
desnudo”, y es más fácil que los Espías puedan ver aquel acto
réprobo que llevan a cabo dos mujeres al hablar del mundo antes de
Gilead. Vuelvo a repetir, ya para acabar con este punto, que la
escenografía está muy estudiada, y que nada está colocado de una
determinada manera porque sí, sino que conforma un conjunto de
detalles que ayuda a que veamos más claramente las complejas psiques de los personajes.
Y a eso vamos porque, veréis, la introducción de los personajes es muy natural y no ocupa siquiera todo el primer episodio, un aspecto de la trama que agradezco bastante. Casi al instante de presentarnos a los personajes sabemos que no son lo que aparentan ser, pero que al mismo tiempo sí son lo que el régimen facista-fundamentalista ha dictado que sean. Esta introducción de personajes que a la mayoría de series actuales les lleva entre dos y cuatro capítulos, El cuento de la criada lo hace en uno.
Y a eso vamos porque, veréis, la introducción de los personajes es muy natural y no ocupa siquiera todo el primer episodio, un aspecto de la trama que agradezco bastante. Casi al instante de presentarnos a los personajes sabemos que no son lo que aparentan ser, pero que al mismo tiempo sí son lo que el régimen facista-fundamentalista ha dictado que sean. Esta introducción de personajes que a la mayoría de series actuales les lleva entre dos y cuatro capítulos, El cuento de la criada lo hace en uno.
Uno
de los personajes que más ganas tenía de ver cómo representaban
era el Comandante Waterford, ya que como muchos hombres aseguran que
los personajes masculinos en esta novela se limitan a ser esbozos, y quería cerciorarme si en la serie continuarían quejándose o qué estos tipos. El
comandante sigue el mismo rol en la novela, es todo lo que se espera
de él y de su posición, pero sorprende que sea algo más que un
hombre influyente, y que oculte algún sentimiento prohibido bajo su
rol. En la serie vemos este aspecto a partir de tercer episodio,
cuando le pide a Defred que vaya a su despacho a jugar al scrabble.
Hablaré en profundidad de la evolución de los personajes más
adelante, en concreto de este hombre y sus acciones, pero ya digo que
no siento ningún tipo de aprecio o misericordia por el comandante
Waterford. Es cierto que no deja de ser un animal domesticado por un
sistema neonato, pero es un hombre (blanco) privilegiado que sabe muy
bien qué gana al fingir parte de su domesticación, que utiliza para
acumular beneficios, los cuales solo le son reportados gracias a su
ventajosa posición en la sociedad. Vamos, como sucede actualmente
sin la implantación de un régimen facista.
El
maravilloso papel de Elisabeth Moss es uno de los mayores regalos
visuales que ha proporcionado este siglo, pues resulta un
personaje en construcción que me veo incapaz de calificar con
adjetivos comunes. Es una luchadora, sí, pero no siempre se mantiene
en pie. Es valiente por aguantar y no enloquecer, sí, pero no
siempre la valentía está presente, y mucho menos la cordura impera
en todos los momentos de su existencia en esta sociedad. El personaje
tiene un nivel de complejidad brutal, y como he dicho más arriba, es
todo lo que su rol y la sociedad le dicta que sea, tanto por fuera
como por dentro. Pero una parte de su yo anterior sobrevive a ese
lavado de cerebro por su familia, y al contrario de lo que suele
suceder, la familia no viene representada de forma casi idealizada. Los flashbacks están
introducidos por una razón que va más allá de una necesidad
acuciante de explicar al espectador por qué un personaje es de tal manera. En la
vida anterior de June no todo era resplandeciente, también había
peleas con Luke y Moira, sumadas al miedo por como el mundo parece derrumbarse con más velocidad cada día. También coexiste junto con estos ingratos sentimientos mucha
alegría y esperanza, que ahora aparecen revestidas de melancolía. Como ya digo, nada de la que nos presentan mediante los flashbacks
parece irreal o vacío, y es con lo que principalmente me quedo.
Hay
otros personajes especialmente potenciales que me gustaría ver con
más profundidad en próximos episodios: Deglen, después de la
“Redención”, que no es otra cosa que una ablación; Moira, la
cual nos informan que ha sido llevada a las Colonias, y no es así; y el chófer de
Waterford, que como muchos otros hombres aseguran cuando leyeron el libro,
se queda en un esbozo... Y yo que me alegro, pero verás, tu opinión
condicionada por aspectos que calificas de “hembristas” me importa bastante
poco.
Paso
a comentar las escenas que más me han impresionado de estos tres
episodios. En el primero ya hay suficientes como para hacer una
entrad respecto a estas, pero la principal es
cuando les están lavando el cerebro a todas las futuras Criadas en
el Cuartel Rojo. Una victima de violación cuenta su
testimonio y todas le atribuyen la culpa. Es una escena cruel,
repulsiva hasta límites indescriptibles, pero nos da una ligera idea de
por dónde van a ir los tiros en los siguientes episodios. Y hay un
cameo de Margaret Atwood como educadora, lo cual también me gustó
bastante. La escena de sexo con el comandante, la llamada
Ceremonia, es bastante fuertecita, aunque me
esperaba que la metieran en el primer episodio. Respecto al segundo me
gustó mucho toda la parte del parto de una Criada llamada Janine.
Tiene escenas muy hermosas, y otras que motivan diferentes sentimientos, en
especial repugnancia, como cuando le quitan la hija a Janine. Lo que
sucede después me pareció muy hermoso, el momento en que todas se juntan para
abrazarla; es mi escena favorita de los tres episodios que he visto.
En el tercer episodio la escena en la que cuelgan a la Martha me dejó
bastante tocada, y me hizo reflexionar en qué situación vive
la mujer actualmente, y si media tanta distancia entre lo que es ahora y que nos cuelguen por un delito menor. La sociedad ya está resquebrajada.
Que
El cuento de la criada suceda en Nueva Inglaterra hace que mi
opinión sea un poco más parcial, pero es algo que no puedo evitar.
Cuando estoy viendo la serie mi mente dice: “Esto está
sucediendo en ese lugar que tanto amas, en sus calles, y a esa gente
cuyos valores tanto te representan actualmente. Esto podría darse y
no podrías evitarlo; esto podría sucederte”. Sí, la serie
juega mucho con las emociones, en especial la empatía, ese
sentimiento que los humanos cada día brindamos en menor cantidad a
nuestros congéneres. Y no me importa, porque soy consciente de que
la serie busca la empatía a distintos niveles. Da visibilidad a
actrices que pertenecen a grupos oprimidos, aspecto al que estoy
inmensamente agradecida; las mujeres tienen una perspectiva feminista
de su situación incluso en un mundo en el que esto se considera un motivo para mandarte a las Colonias. Los actos feministas que tienen entre ellas son parte de las conductas en las que un hombre, por mucho que se esfuerce, no puede reparar; esto es gracias a que la serie está hecha casi totalmente por mujeres, como ya era hora. El cuento de la criada busca la empatía sobre todo porque es un recurso con el que pueden
hacer que los espectadores se planteen cuestiones más allá de su
zona de confort. Y no me importa que den pie a que esto suceda,
porque no están jugando en ningún momento con mis sentimientos de
una manera frívola como otros productos de este siglo y del pasado.
No
oiréis mucho hablar de la adaptación de El cuento de la criada,
al menos no tanto como otras adaptaciones. Por desgracia no va dirigida al
mismo público, pero a cualquiera de mis seguidores no
le niego que merece la pena vuestro tiempo, que es maravillosa, que
os hará pensar y que os destrozará porque veréis un reflejo de
nuestra realidad actual.
Y
esto es todo por ahora.
“Sé que todo esto os debe parecer muy raro. Pero lo normal es aquello a lo que nos acostumbramos. Puede que esto no os parezca normal ahora mismo, pero acabará siéndolo. Esto se convertirá en lo normal”. Tía Lydia, episodio 1.
Nos vemos 💜.
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