Kenneth
Grahame comenzó a escribir El viento en los sauces para
ayudar a su hijo a afrontar una discapacidad visual, pero por
desgracia no pudo evitar que Alastair se sintiera una persona
inferior al resto porque creía carecer de cualquier tipo de
preparación física y emocional ante la vida, y, finalmente, el
joven se quitó la vida arrojándose a las vías del tren. Este
hubiese sido el hecho más trágico de la vida de los Grahame, pero
Kenneth no había sido un hombre feliz antes de tener y perder a su
único hijo. Había nacido en el seno de una familia rota y cuando
sus abuelos decidieron recoger de la miseria al pequeño Grahame y
sus hermanos para llevarlos a una casita de campo cerca del río
Támesis fue cuando conoció un verdadero hogar. Asimismo, por la
condición monetaria de la familia no pudo ir a la universidad, a
pesar de ser un hombre inteligente y culto.
Fue
muy duro adquirir consciencia de que la vida de Grahame no había
sido un balde de agua caliente, no se si os ha sucedido pero a mi
siempre me pasa que imagino a los escritores clásicos de cuentos
infantiles con vidas que emanan una perpetua atmósfera de
positivismo capaz de cegar hasta al pesimista más declarado, pero
ahora ya estoy segura de que jamás volveré a pensar así. Me alegro
de haber conocido la vida del señor Grahame después de leer la
novela, porque así pude cerciorarme que la mente que se oculta tras
esos dulces animalitos que viven allende al río y en el Bosque
Salvaje es realmente hermosa. Como algunos sabréis, me gusta buscar el
alma de los autores clásicos en sus textos, sobre todo disfruto
buscando cuando se trata de un libro costumbrista con un tono
marcadamente amable. La diferencia entre buscar el alma entre un
autor que en sus juicios es más bien pesimista y un autor más
afable con la existencia de los seres de este mundo es que por un
tiempo consigo ver cosas de otra manera, no solo la existencia humana
sino también la finalidad de la literatura. Si el alma un hombre por
mucho que la vida se ensañara con él nunca dejó de ser preciosa y
pura, ¿no vale la pena replantearse todo nuestro pensamiento a
riesgo de decepcionarnos todavía más de este mundo?
Arthur Rackman |
El viento en los sauces fue publicada en 1908, y aunque la critica nacional se mostró bastante reacia a calificarla como una buena obra, rápidamente adquirió fama y prestigio tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, llegando a manos del presidente Theodore Roosevelt, que tras leerla admitió que los personajes principales ya eran para él como unos viejos amigos. Con el éxito en ventas fue posible que la novela fuera ilustrada por diferentes artistas, entre los que destacan Shepard y Rackman, y que dota a la obra de un complemento pictórico más necesario. Además, El viento en los sauces fue llevada al teatro por el autor de Winny de Puh, A. A. Milne, pero muchos otros han continuado trasmitiendo la historia, ya fuera por radio, cine (Disney y otros) e incluso como telefilm.
Kenneth
Grahame presenta en su obra más afamada un elenco de animalillos
parlantes en un mundo donde los hombres y los animales parecen tener
el mismo grado de consciencia. En El Río vive una Rata de Agua
poetisa y una Nutria simpática y acomodada, más al sur de la ribera
el Sapo disfruta gastando su basta fortuna en artilugios inservibles,
mientras que donde el sonido de las aguas es una quimera el Tejón
disfruta de una vida solitaria en su modesta granjita. Pero la acción
solo comienza cuando un humilde topito decide un buen día de
primavera salir de su cueva. Hastiado de la monótona vida bajo
tierra, precisa de un poco de aire fresco y de la cálida sensación
del sol en su pelaje; así, pronto, formalizará una amistad con el
animal más enamorado de aquel riachuelo, la Ratita de Agua. Ambos
vivirán aventuras en torno a las tierras de su pequeño mundo
fluvial lejos de las leyes de los hombres, y sus correrías se les
unirán de vez en cuando un grupo de ratones de campo, la Nutria, el
Tejón e incluso el cabeza cuadrada del Sapo.
“Nunca en su vida había visto un río, ese animal de cuerpo entero, reluciente y sinuoso que, en alegre persecución, atrapaba las cosas con un gorjeo y las volvía a soltar entre risas, para lanzarse de nuevo sobre otros compañeros de juego, que se liberaban de él y acababan otra vez prisioneros en sus manos. Todo temblaba y se estremecía: centelleos y destellos y chisporroteos, susurros y remolinos, chácharas y borboteos. El Topo estaba embrujado, hechizado, fascinado” Pág. 11.
Para
empezar la novela es como un iceberg, por una parte habla al lector
tanto por las experiencias de sus personajes y lo que nos cuenta el
narrador pero, por otra, hay bastantes cosas que nunca aclaran los
personajes ni la voz cantante. En la parte del iceberg oculta lo que
resulta más evidente es que no descubrimos por qué los animales
viven apartados de la gente, sin necesidad de saber nada de los
asuntos más allá del Bosque Salvaje o las montañas, pero cuando un
personaje principal comete un delito es no es justicia animal quien
decreta sentencia, sino la humana. Los humanos son, además, muy
secundarios y lo único que Grahame siempre quiere que tengamos
presente son sus vicios. La falsa inocencia la representa la hija del
carcelero; la codicia, de la mano de la lavandera; la mentira, amiga
del maquinista; la crueldad, el mazo de los representantes de las
leyes y la justicia, ect. A partir de un hecho que yo considero clave
en la historia el Sapo es contagiado de la
corrupción del mundo humano hasta que sus mejores amigos le
convencen de que su derroche, avaricia y exagerado engreimiento no
son la mejor vía para ser feliz, y al final incluso Sapo acaba
dándose cuenta de que la vida no está para depender tanto de las
cosas materiales ni para ser un imbécil.
“—La verdad, es el mejor de todos —contestó la Rata—. Es tan sencillo, y tan cariñoso, y tiene tan buen carácter… Acaso no sea demasiado listo (no podemos ser todos genios) y es bastante vanidoso y fanfarrón. Pero tiene grandes cualidades el bueno del Sapi…” Pág. 28.
Este
aspecto de la historia, como podréis suponer, me ha gustado
muchísimo por cómo está plasmado. Grahame no suelta una parrafada
contra el ser humano para sentirse mejor consigo mismo y así igualar
la balanza porque la vida le quitó a su madre y la bebida le privo
de tener una figura paterna. Sin embargo no deja de ser sincero con
sus jóvenes y no tan jóvenes lectores, y cuando terminas esta
novela sabes que Grahame te ha susurrado en algún punto
indeterminado de la historia: “Sí, yo también pienso que
personas no han sido muy buenas conmigo nunca. Pero existe un mundo,
este mundo que he creado para mi hijo y para vosotros, en el que he
hecho que las cosas no sean como los que me hicieron daño en el
pasado les gustaría que hubiese sucedido”. Para mi el
mensaje del autor, a parte del propio que da El viento en los
sauces, ha sido muy importante porque no creo que de ninguna otra
manera hubiese podido entender algo así a estas alturas de la
vida. Me pregunto quién habría sido yo si hubiera leído este
libro con la edad adecuada, con doce años, pues veo otra realidad en
el que hay persona más comprensiva y razonable consigo misma y con
el resto del mundo.
Los
personajes son para mi el pilar fundamental de la novela, muy
diferentes de lo que había previsto encontrarme. Otra cosa que
siempre había creído de la literatura infantil es que los
personajes son modelos arquetípicos, habiendo en todos los cuentos
infantiles un tímido, un valiente, un cobarde, ect. No obstante, en
esta historia por lo menos todos los personajes tienen un fondo
repleto de ambiciones, miedos, deseos, y eso, a mi entender, no impide
que un niño pueda disfrutar de ellos sino que, al contrario,
enriquece su mundo y que con el futuro la novela adquiera nuevas lecturas. ¿Por qué pensamos que un niño no puede entender
a un personaje que no sea de cartón-pluma? Topo, por ejemplo, es
sencillo, racional, torpe, sin grandes inquietudes, con tendencia a
tener miedo por cualquier cosa y evitar situaciones conflictivas,
pero eso no impide que no tenga momentos de valentía y en los que
defienda a sus amigos de cualquier mal. Rata es todo lo contrario a
él, es romántica, sentimental, valiente, ha vivido mucho y aunque
sus aspiraciones no sean muy grandes hay un punto de la novela en que
la confrontación con ellas la vuelven cobarde y contradictoria,
porque algo dentro de Rata lucha por salir, su yo más
animal, y ella realmente no quiere. Sinceramente, creo que todos
en mayor o menor medida infravaloramos la literatura clásica
infantil tachándola de plana o inadecuada para un adulto y, aunque
mi experiencia es escasa el el campo, me he dado cuenta de que es en
uno de los lugares donde podemos encontrar enseñanzas útiles
para la vida adulta. Los personajes de El viento en los
sauces tienen más defectos que virtudes, si hablamos
de lo no socialmente aceptado por la sociedad claro. Cualquier lector
es capaz de darse cuenta de ellos, pero para mi la intención Kenneth
Grahame va mucho más allá de que aprendamos de los defectos, creo
que lo que pretendía es que nos diéramos cuenta de que no todos son
malos, al contrario, nos enriquecen como seres humanos.
“El Topo pensó que nunca había mirado tan profunda e íntimamente las cosas como en aquel día de invierno cuando la Naturaleza, sumida en su sopor anual, parecía haberse desnudado. Sotos, vallecitos, presas y todos los lugares escondidos que habían sido las minas misteriosas que ellos exploraban en los frondosos veranos ahora mostraban tristemente todos sus secretos, y parecían pedirle que se olvidase de aquella raída pobreza hasta que pudieran alborotar de nuevo en un intenso carnaval, y atraerlo y seducirlo con los viejos engaños.” Pag. 45. [Me está costando no poner páginas enteras...]
La
humildad de todos los personajes es para mi el mensaje en la obra más
importante, incluso el personaje que más se aleja de la humildad,
Sapo, se reconcilia al final de la novela con ella
en todos los aspectos. Es maravilloso sentir como, de alguna forma,
lo único que merece la pena buscar para nuestras respectivas
existencias es una vida sencilla, lejos del mundanal ruido, y
enriquecer nuestra alma en el lugar que elijamos como morada. No es
la primera novela que leo que trasmite este mensaje, pero seguramente
sea la historia que más me ha emocionado al hallarlo. Obviamente hay
otros mensajes tales como la perseverancia, camaraderia, buena
vecindad, ect., y qué queréis que os diga, todos son muy necesarios
(incluido su regusto a siglo XIX que tanto parece disgustar a
los lectores de este siglo).
Harry Hargreaves |
En la novela también hay una parte mitológica muy lograda que se aleja bastante de la literatura infantil convencional, llegando a un nivel narrativo equiparable al gran escritor británico coetáneo a Grahame, Arthur Machen. No quiero mojarme más de lo debidamente apropiado pero siento que la obra tiene bastantes influencias de Machen, ya que incluso hay escenas que recuerdan a esa forma que tiene el autor de ver la vida: pausada, idealizada pero no en exceso y hermosamente monótona en la que de pronto irrumpe la fantasía sacada de siglos y siglos de imaginario transmitido de manera oral.
“Pero el Topo se quedó un momento perdido en sus pensamientos, como quien, despertándose bruscamente de un sueño maravilloso, intenta recordarlo y sólo consigue captar un vago sentido de su belleza. ¡Su belleza! Hasta que incluso aquello se desvanece, y el soñador tiene que aceptar amargamente el duro y frío despertar” Pag. 124.
Por
último, no puedo dejar de mencionar lo lograda que está la
ambientación, el rico y florido lenguaje que emplea el autor para
recrear ese pequeño cosmos en el que nuestros amiguitos viven en paz
y libertad. Grahame transmite en cada bucólica y lírica descripción
la personalidad de un hombre culto interesado por los aspectos más
insignificantes de la naturaleza y capaz de hallar la belleza
suficiente como para dejar al lector extasiado.
“Destartalado, pequeño y con pocos muebles, y sin embargo era suyo, era su hogar, que él mismo se había construido, y que tanto placer le proporcionaba tras un día de trabajo. Y por lo que veía, también a la casa le había gustado su compañía, y ahora le echaba de menos y le estaba pidiendo que volviera, con tristeza y con reproches, pero sin amargura ni enojo” Pág. 80.
Por todo esto, sea cual sea la edad que tengas querido lector, lee este maravilloso clásico británico.
Nos
vemos💜.
Portada: David Roberts.
Hola :) Como sabes me gusta la literatura infantil. La adoro. Y si, soy un pecador, este es uno de esos puntales de los que siempre escuchas hablar y que sin saber el motivo nunca llegas a él. Gracias, gracias por esta reseña, por recordarmelo, por transmitirme unas ansias terribles de leer. Creo que no le podré sacar tanto jugo como tu, mi mente no es tan especial y mágica como la tuya, pero se que será una gran lectura e importante, sobre todo. Un abrazo^^
ResponderEliminarLa verdad es que yo no tenía pensado leer este clásico en estos momentos. De hecho no tenía ni pensado leer literatura infantil este año, pero a finales de 2016 me pegó un chungo y mira, que ahora quiero leer toda la literatura infantil clásica. Este tipo de libros me hacen feliz, pero feliz de verdad, y creo que a más gente podría hacerles feliz. Sigo preguntándome porque no puedo vivir en un mundo como el de El viento en los sauces, en realidad no es difícil alejarte de este mundo moderno pero siempre está el miedo implantado hacia ciertas cosas que no queremos perder, y que en realidad no vamos a perder.
Eliminar¡Uf, pues yo quería sacar más jugo! Con la relectura si eso, en serio es que esta novela da para disertación filosófica.
Un besito <3.
Me sonaba el título y no sabía de qué. Ahora ya no me sonará más y lo iré buscando allá donde vaya.
ResponderEliminarMágica, como ha dicho Daniel. <3
A mi también me sonaba mucho antes de leerlo, seguramente veríamos alguna peli o alguna adaptación de El viento en los sauces. Es un clásico que ha calado hondo en el siglo XX y XXI, pero esta perdiendo injustamente visibilidad.
EliminarAish, bonica.
Un besico <3.
No conocía este libro (que raro xD), así que gracias una vez más por traernos joyitas, como dice Mangrii arriba, adoro la literatura infantil, últimamente no he leído mucho pero tengo por ahí unos cuantos esperando a ser devorados.
ResponderEliminarMe ha encantado lo que transmites con la reseña, porque me transportaste ahí aunque no lo haya leído. Eso sí, ahora tengo muchísimas ganas de hacerlo.
Besitos.
Buenas tardes alguno me puede ayudar con la enseñanza del libro el viento en los sauces
ResponderEliminar