sábado, 2 de septiembre de 2017

Hombres de hierro y otros relatos del cuadritátero


Son muchas las preguntas que me ha suscitado este compendio de relatos pujilísticos de Robert E. Howard, y sé que entre ellas hay diversos porqués que jamás obtendrán una respuesta. Hay muertos que no se pueden traer a esta dimensión ni siquiera para tomar un café. Pero formulo estas preguntas, tal vez de índole más personal, a Robert E. Howard porque me gusta pensar en que llegará un día en el que lo encontraré vagando por un inmenso desierto en un sueño cualquiera. Y entonces, si la timidez me lo permite, podré preguntarle: “¿Por qué, Bob, por qué creaste a esos hombres extraños que sienten tanto pasión como rechazo por aquello que les hace vivir, para aquello para lo que la madre naturaleza les hizo respirar?” “¿Por qué a veces se me olvida, y tú me recuerdas, que estos hombres brutales tienen corazón? ¿Y por qué soy yo la que entonces piensa que no tiene corazón?”.
Hace muchos años Bob descubrió la metáfora de la vida implícita en el boxeo practicando durante su breve existencia este deporte, y pienso que ese fue el motivo que impulsó a Robert E. Howard a escribir estos relatos. Aunque, como es obvio, también hay que tener presentes sus intenciones comerciales, y es que Robert E. Howard considero los combates de boxeo un buen medio para hablar de este tema y otros (veladamente) y ganar algo de pasta en diversas revistas pulp. Claro que en aquella época los ciudadanos veían de una manera muy distinta el boxeo que las gentes de hoy. ¿Quién no ha calificado el boxeo como un mero acto brutal en el que resulta incomprensible imaginar que llegue a producirse un juego de sensibilidades entre los combatientes que no todos podamos llegar a entender? Es difícil no hacerlo cuando estás lejos de este mundo. Aun así, como una pequeña Carol Joyce Oates, he comenzado a sentirme fascinada por el boxeo y por las personas que deciden dedicar una parte de su existencia a practicarlo, tanto de manera profesional como amateur. Es elegir consciente el rechazo hacia la vida civilizada y sumergirte en la primitiva e indómita durante muchas horas del día, y eso es más que digno y honorable. ¡No me extraña que Howard se sintiera fascinado por este mundo sabiendo cómo era él! Por eso, cuando vi esta antología y la autoria de los relatos, no dude que tenía que leerlos, y mejor que fuera pronto. Y así hice.
Si uno manda a la lona a un tipo de cien kilos tras haberle golpeado en un lado de la cabeza con fuerza suficiente para dejarle K.O y no se rompe la mano al mismo tiempo, caben dos posibilidades: o es un hombre de hierro o un maldito embustero”. Pág. 132.

El tema central de la antología es la dureza y resistencia de unos hombres que parecen haber sido designados por el Mismísimo para el oficio pujílistico por su complexión física y mental. Pero antes nos ofrecen un prólogo de Eugenio Fraile bastante instructivo en la que pone en contexto el contenido de la antología a través de la vida privada de Howard, pero si excederse ni opinar sobre las decisiones u opiniones que tomó el autor en vida. Es un aspecto que os parecerá muy secundario, pero yo la verdad es que estoy bastante cansada de ver cómo cualquier mentecato calumnia y opina sin atender a razones sobre las vidas de los tres mosqueteros de Weird Tales. Así que esta introducción a los trabajos de Robert os recomiendo personalmente leerla. Además, cuando el señor Fraile habla del contenido de la antología y del trabajo de Howard lo hace de manera bastante objetiva. Eso por una parte; luego tenemos una especie de ensayo “relatado” en el que Howard habla sobre los hombres de hierro que realmente existieron y en los cuales se ha inspirado para crear a Mike Brennon, Kirby Karnes, Slade Costigan, Steve Harmer, Mike/Steve Costigan y un larguísimo etcétera. Toda una delicia para una neófita como yo de conocimientos e historietas del mundillo pujilístico que además ayuda bastante a entrar en la antología.

Mi impresión general con los relatos ha sido muy satisfactoria, sensación que se intensifica conforme avanzas con la susodicha antología. Ya lo comenté por Goodreads, pero es que Howard crea un universo muy interesante aquí. Y este efecto puede que se intensifique (como ha sido mi caso) si os interesa cómo Bob ejecutivamente desarrolla la tensión y el misterio a través de las acciones llevadas a cabo antes y durante el punto central del relato, que suele ser un combate. Veréis, no es que precisamente haya muchas novelas o libros de boxeo, y el poco contenido que tenemos en España traducido y editado hay que paladearlo bien (con criterio, por supuesto). Sentía bastante curiosidad por la estructura y el desarrollo de ésta, ya que Howard es bastante bueno creando atmósferas en otros géneros, pero me mostraba algo escéptica en como actuaría en el terreno realista. Es curioso, ¿verdad? No dudamos cuando un autor realista incursiona en la literatura especulativa...¿y por qué al revés sí? La antología, además de hacerme pensar en cuestiones relativas al oficio, me ha ayudado a revisarme un poco más.
A mi parecer Robert E. Howard trabaja mejor en historias pujilísiticas más extensas que breves. Un ejemplo muy ilustrativo es la historia primera historia, Cupido contra Pólux, la cual me dejó bastante fría por el tono casi impersonal de la historia y los tópicos pujilísticos tan mal administrados por el autor. Un tipo pierde un combate porque su juicio ha sido nublado por la atracción sexual que siente hacia una mujer. Y la moraleja es: “Chico, no te enamores nunca”. Me llamó la atención el tono patético del que dota a la narración Howard en los últimos renglones, como si el autor no se tomara en serio su propio relato, pero no salva el texto ni con el toque final. Aunque, por otro lado, tenemos una historia breve donde prima el personaje a la narración; se trata del relato de Ambrose Willow, alias El Sauce Llorón. Como he dicho, me gusta más a Howard trabajando en textos más bien extensos pero en este relato simplemente dice al lector: “Voy a hacer lo que me de la gana, y sé que te va a gustar”, y a mi me encantan este tipo de retos. El relato de Ambrose me pareció bastante tierno. A pesar de que resulte extraño o insólito esa son los calificativos más adecuados para describir mis emociones por ese boxeador. El personaje resulta ser un pujil de segunda con una extraña y curiosa afección: cuando boxea se echa a llorar, literalmente. No tiene muchos adversarios por este problema y carece de una pegada distintiva. Es un perdedor que le gusta boxear casi por diversión, porque se le da de auténtica pena. No es un hombre de hierro como tal, más bien un circo humano, pero su resistencia frente a los pocos adversarios es bastante alta a la media así que supongo que los editores consideraron que el mejor lugar donde integrar esta peculiar historia era esta antología. Y, claro, mi historia favorita por razones obvias: I love weirdos like me.
“—El hecho mismo de golpear a uno de mis semejantes me pone triste y melancólico”. Pág. 92 [Ambrose Willow, más cuqui y no nace]

Pero, para qué engañarnos, las historias que consiguen hacer despegar la antología y mantenerla en el aire satisfactoriamente son El hombre de hierro, Puños del desierto y Miedo a la multitud y El gancho de derecha. En El hombre de hierro un buen mánager descubre a un chaval que tiene una buena pegada pero está muy mal entrenado, Ese propone entrenarle pero Mike Brennon rechaza su ayuda porque, admite, se retira. Pero a los pocos meses busca a nuestro narrador, que acaba elevando a Brennon a la categoría de campeón. El problema es que el chico acepta demasiadas peleas por el dinero que le reportan. Surge toda una trama de conspiración y misterio muy bien llevada que eclosiona en algo que ya veíamos de lejos: una mujer. Aun con el hecho de que este sea un elemento predecible me gusta la manera en la que Howard lo lleva, muy distinta a Cupido contra Pólux. La exploración de la resistencia física Brennon es muy interesante, y la conclusión redonda. Luego tenemos Puños del desierto, que también me gustó mucho porque podemos ver que los mánagers no siempre buscan el bien para sus promesas, pero que al fin y al cabo siempre hay personas buenas que ven las injusticias y no les importa perder una pierna cuando piensan que vales tu precio en oro. El hecho que Kirby Kanes es el trasunto literario de Bob es bastante obvio. Miedo a la multitud es mi relato extenso favorito, la conexión que establece el pegador con su novia para liberarse de la presión constante que ejerce el público sobre él me parece digna de mención. Y es que básicamente de esto va el relato, y no se me escapa que aquí la verdadera heroína de la historia es Gloria. El gancho de derecha es el que menos me gustó de los extensos, ya que el protagonista se marca un farol para salvar la economía del hermano de la chica con la que está prometido amañando el combate, ya de por si amañado, y enfrentándose él al combatiente que supuestamente ha de ganar. Interesante pero me gustaron más Miedo a la multitud y Puños del desierto.
Cualquier hombre tiene que ocupar un lugar en la vida; su papel no era el de un hombre de hierro que luchaba no tanto por vencer como por llegar hasta el límite. Acabar el combate en pie representaba para él una victoria”. Pág. 58.

Ahora bien, una decisión que no entiendo que tomara La Biblioteca del Laberinto fue la de incluir poemas y fragmentos de ideas a medio cocer de Howard sin haber finalizado con los relatos en si. Bajo mi punto de vista convierte a la antología en un producto visualmente caótico y saca al lector de la dinámica que ha establecido con los relatos. ¿Que yo podría haber leído los últimos relatos antes de la poesía ahorrándome el sentido lineal? Sí, de haber sido informada el prólogo de que eran relatos completos del mismo tipo los anteriormente leídos. No he tenido en cuenta la ordenación de éstos para mi puntuación de la antología, pero creo que es conveniente advertir al futuro comprador de esto.
Los poemas pujilísticos son una parte fundamental para entender la relación especial que Howard estableció con este deporte. Me han despertado sentimientos diversos, el que más ha sido tristeza, tal vez porque Bob sentía una tristeza taimada por los hombres de hierro y sus destinos. Todos los poemas hablan o bien sobre la muerte o bien del dolor, pero también de la esperanza. Es como si hubiera un mensaje oculto que solo las personas indisolublemente atadas a este mundo pudieran entender. Mi favorito es Kid Lavigne está muerto, en el que Howard resume la carrera de este pegador en un puñado de versos. Kid es el hombre de la portada de esta reseña.
Tras los poemas tenemos una serie de fragmentos en los que podemos apreciar algunas ideas de Howard protagonizadas por Mike/Steve Costigan. Los he leído todos pero he decidido no puntuarlos ni opinar en detalle porque son simplemente ideas, muchas de ellas puede que recicladas en sus relatos inéditos o publicados. Y, siendo sinceros, no aportan gran cosa.
Por último tenemos un “grupo de relatos” que siguen la estela de los anteriores con nuevas aventuras protagonizadas por otros “héroes”. Dos relatos de Ace Jessel, el primer protagonista negro de Howard en esta antología, y uno de Jack Maloney, pegador venido a menos que ahoga sus penas en alcohol y trifurcas en antros. Los dos de Jessel están a un nivel narrativo por encima de algunos de los primeros. Ace Jessel es presentado como un bonachón y un gran artista en este deporte. Y La aparición sobre el cuadrilátero refleja bastante bien su carencia de instinto asesino del que muchos tipos hacen gala en el ring. Este relato, originalmente aparecido en Ghost Stories, combina un elemento sobrenatural con el sudor y la sangre habitual creando con maestría algo que yo describiría, cuanto menos, como insólito y original. Luego tenemos Traición, relato en el que Howard habla veladamente del racismo enraizado en su tierra, y relato el cual también disfruté muchísimo por esto mismo. No lo índica por ningún lado pero a mi parecer estos relatos son pertenecientes a los últimos años de vida del autor. Puede apreciarse una mejora de estilo, aborda otros temas además del obvio y los personajes son mucho más complejos. De verdad, una maravilla. Y con Siempre vuelven confirma lo dicho: Howard emplea la formula habitual pero le da un toque más personal en el que apreciamos sustanciales mejoras de estilo. Logra que la historia sea mucho más que un boxeador superando sus debilidades y excesos para acabar con una conclusión apoteósica.
Algunos tipos saben golpear, pero no saben boxear; otros saben boxear, pero no saben golpear”. Pág. 122.
Y ya que hablamos de las mejoras de estilo, dejemos clara una cosa: la principal intencionalidad de los relatos es entretener, por tanto no os esperéis un tono más elevado o distinto a la tónica habitual de Robert E. Howard. Hay mucha acción, muy bien llevada por cierto, y el estilo refleja las demandas de la narración. Por supuesto, me niego a llamarlo un “estilo pulp” porque no lo es, quiero decir, en el pulp encontramos historias de lo más diversas, y obviamente estilos diametralmente opuestos. No escriben igual Robert E. Howard que Abraham Merritt, ambos autores reconocidos en su época que amaban por igual las civilizaciones antediluvianas, pero en una comparativa rápida nos cercioramos que hay una un cambio más que obvio de registro, pese a compartir características. Ya es hora de tirar a la basura algunos prejuicios de la literatura de la Era Pulp, ¿no? 
En fin, creo que mis conclusiones finales son bastante claras en los aspectos narrativos. Sin embargo, más allá de ellos me pregunto si realmente merece la pena comprar la antología en relación a la cantidad de contenido que nos ofrece. Si os interesa el boxeo o los trabajos de Howard la recomiendo, pero si no os interesa ni lo uno ni lo otro no la compréis. Me parece poco contenido por el precio por el que se vende cada ejemplar. La traducción es decente, necesita alguna corrección aquí y allá, pero estamos hablando de una editorial pequeña que edita obras que interesan a una minoría muy pero que my reducida. Aprecio muchísimo el trabajo que hace La Biblioteca del Laberinto, realmente se nota que aman lo que editan, pero si vuestra economía es precaria y no os interesa demasiado el tema, no compréis la antología habiendo otras de Howard editadas por esta misma editorial que pueden brindaros más horas entretenimiento por un precio similar.
Estos relatos de Howard constituyen una manta de retales, pero, ¿y lo que aprendemos a apreciarlas en los días más duros del invierno?
Después de todo, ¿quién conoce las profundidades extrañas del alma humana y sabe hacia que cimas aparentemente sobrehumanas puede elevarse un cuerpo gracias a la mente”. Pág. 151.

Nos vemos 💜. 

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